Desde Venezuela
23/Marzo/2013
Muerte y Resurrección
Miguel Guaglianone
El historiador británico Arnold
Toynbee dedicó su trabajo de toda la vida al estudio de esas inmensas
agrupaciones sociales humanas que llamamos civilizaciones. A través de una
inmensa obra en doce tomos que llamó el Estudio de la Historia, en cuya redacción
empleó veintiocho años, con la colaboración de un equipo de medio centenar de
historiadores, realizó un detallado análisis comparado de las veintitrés
civilizaciones conocidas que nuestra especie humana ha desarrollado en la
historia. Allí descubrió, expuso y fundamentó como estos conglomerados sociales
siguen unos ciclos vitales similares a los de los seres vivos. Las
civilizaciones nacen, crecen, declinan, entran en crisis y finalmente se
desintegran. Tuvimos la suerte y el placer de escucharlo en persona en 1962 en
una conferencia dictada en Montevideo. Allí, respecto a nuestra Civilización
Occidental y Cristiana el historiador dijo que si bien parece estar mostrando
todos los síntomas de crisis y desintegración, él no se atrevía entonces a
hacer un juicio definitivo al respecto, ya que existía la dificultad de que
quien analizaba el proceso era parte del mismo, y eso dificultaba la visión
histórica necesaria.
Muerte
Cuando analiza la crisis y
desintegración de las civilizaciones, Toynbee determina siete parámetros que
establecen los síntomas que muestra una civilización en ese proceso. Cincuenta
años después de haberlo escuchado, cada vez que aplicamos esos siete parámetros
a nuestra sociedad, nos convencemos que efectivamente, nuestra civilización está
viviendo sus momentos finales. No podemos realizar aquí un estudio de estos
complejos procesos a los cuales queremos hacer referencia, pero un tema
fundamental en ellos es que en la crisis y posterior desintegración, las
minorías creativas -que habían sido capaces de presentar una “propuesta
espiritual” a través de la cual la civilización se amalgamó- pierden su
credibilidad y se convierten en minorías dominantes, que intentan mantener su
poder por la fuerza. Un síntoma referencial de esa pérdida de credibilidad y
del proceso de caída, se ve en la decadencia de instituciones sociales que
habían sido pilares de la cultura en cuestión.
Como ejemplo de crisis de las
instituciones, podemos ver a dos que han constituido pilares de nuestra
Civilización Occidental: la Iglesia Católica y el Capitalismo.
La primera es la institución
social más antigua de nuestra civilización y a partir de la cual ésta se
desarrolló. Más de dos mil años han transcurrido desde que las creencias de una
secta minoritaria en el Imperio Romano, se fueran transformando en la poderosa
institución social que marcó durante más de un milenio los rumbos de la Cultura
Occidental. Hoy está en franca decadencia. Desde el Renacimiento, cuando el
proceso de secularización se produjo porque cada vez mayor número de seres
humanos fueron sustituyendo las propuestas espirituales cristianas por otras
más “terrenales” (la razón, la ciencia, el dinero, el poder, etc.); el proceso
de descreimiento en la Iglesia y el progresivo abandono de sus fieles han mantenido
un ritmo creciente.
Hoy, no sólo la Iglesia Católica
pierde adeptos a ritmo acelerado (que emigran a otras creencias o simplemente
se abandonan a los placeres de la vida material y mundana) sino que vive una
grave crisis de “vocación”. El número de los voluntarios(as) para dedicar su
vida a la Iglesia se reduce dramáticamente. Los jóvenes no están interesados
en pertenecer a una institución en cuyas
propuestas no creen. Además, la corrupción en todos los aspectos ha carcomido
toda la estructura de la Iglesia, desde los escándalos financieros repetidos
-dónde altas autoridades eclesiásticas se comportan como fraudulentos
filibusteros de las finanzas- hasta los escándalos sexuales, marcados por la
protección y el silencio cómplice de la institución hacia sus magistrados
acusados de pedofilia. Completa el cuadro su oposición férrea y fuera de la
realidad frente a temas muy importantes de la sociedad contemporánea, como el
control de la natalidad, el aborto, el matrimonio homosexual, el reconocimiento
de la igualdad de la mujer, la democracia interna, el celibato y otros.
En el caso del Capitalismo -una
institución que nació tempranamente en el Renacimiento y fue convirtiéndose
(sustituyendo en alguna medida a la Iglesia) en el pilar de la sociedad contemporánea-
si bien algunos entendidos dicen que es una institución que sufre una constante
crisis y que va atravesando ciclos que le permiten adaptarse a las nuevas
circunstancias históricas y sociales, hoy finalmente parece estar tocando
fondo. Las sucesivas crisis del siglo XX desembocaron en la actual, cuya
tendencia hacia la catástrofe día a día parece mostrarse como inevitable. Los
países centrales viven cotidianamente la caída, y las cada vez más importantes
protestas internas fuera de las instituciones políticas tradicionales, se
convierten en nuevos factores de poder en el contexto. Y si bien es cierto que
también en este caso el descreimiento va en aumento, quienes tienen todavía los
mecanismos de poder insisten en producir más de lo mismo, mientras la
acumulación de capital en las grandes corporaciones transnacionales ya ha
perdido, por brutal y cotidiana, toda capacidad de escandalizar. Políticas
suicidas, que solo contribuyen en acelerar la situación de crisis, son la única
respuesta de los poderes establecidos.
Neohabla
En su antiutopía “1984”, el
retrato de una sociedad autoritaria sin salida, George Orwell describió como
uno de los mecanismos de asegurar el poder lo que llamó “neohabla”. Se refería
-en una sociedad como lo que planteó, dónde los medios de comunicación eran una
de las principales herramientas de la dominación- al uso de un lenguaje “del
revés”. A llamar a lo negro, “blanco”, y a lo blanco, “negro” en forma
sistemática, para convencer a los receptores de una realidad contraria a la
existente. Cuando escribió la novela en 1948
no estaba inventando nada nuevo, ya los nazis lo habían aplicado en
forma efectiva, culpando a sus enemigos de las barbaridades que ellos mismos
realizaban, colocando como monstruos a las minorías que perseguían y
exterminaban, y engañando a su nación y a las conquistadas a través de este
mecanismo. El uso de este sistema parece ser producto de la absoluta falta de
credibilidad de quien lo emplea, un último y desesperado recurso para mantener
el control ideológico de las mayorías. Puede ser un síntoma más de la
decadencia final de la estructura de poder que lo utiliza.
Curiosamente, es el lenguaje que
a través del sistema globalizado de medios corporativos, emplean
sistemáticamente las dos instituciones que analizamos. En el caso del
Capitalismo central, podemos ver como ejemplo, al acceso a la Casa Blanca por
primera vez en la historia de un afroamericano que fue promocionado como un
hombre de cambios, y que ha terminado siendo un “liberal” que justifica públicamente
los asesinatos que el mismo decide y la tortura como un método válido de
“inteligencia”, aplicando en forma más efectiva aún que la del “halcón” que lo
precediera las políticas internas y externas para el puro beneficio de las
grandes corporaciones. O podemos mencionar al casi caricaturesco Mariano Rajoy,
explicando diariamente como las políticas económicas que están empleando
(protectoras del gran capital y aplastadoras de la gente), a pesar de que
“aparentemente” empeoran la situación que viven todos los españoles, están
destinadas a mejorar (no se sabe cuándo) las cosas. Los medios corporativos se
encargan de difundir los mensajes de estos personajes, haciéndolos “legítimos”
a los inermes receptores con su repetición sistemática.
En el caso de la Iglesia Católica
la situación es similar. Desde un Papa (Juan Pablo II) actor y comunicador
social efectivo, que dedicó todos los esfuerzos de su largo papado a
promocionarse como “hombre bueno”, mientras no sólo encabezaba una persecución
sistemática de todo síntoma progresista en la Iglesia, sino que apoyaba en
forma reiterada todos los movimientos conservadores y reaccionarios a nivel
mundial, mientras manejaba un discurso de apoyo a los humildes. Fue sustituido
por un intelectual de derechas, que había sido miembro de las juventudes
hitlerianas, y que insólitamente renunció declarando su incapacidad para
enfrentar los graves problemas que la Iglesia y el mundo están viviendo
(denunciando al pasar, parte de la corrupción interna). Finalmente, acaba de designar
un nuevo Pontífice, que los medios corporativos nos están vendiendo como un
hombre capaz de afrontar los cambios que la Iglesia necesita, sobre todo por su
condición de ser el primer Papa latinoamericano. Este hombre trae consigo sin embargo antecedentes que
hablan de todo lo contrario a lo que están pregonando. Documentos, fotografías
y testimonios están saliendo a la luz (y los medios corporativos están tratando
de ocultarlos) que muestran su complicidad y participación con la dictadura de
Videla, un capítulo terrible y oscuro de la historia argentina, que dejó
muertos, heridos, torturados y 30.000 “desaparecidos”. Una vez más -y cada vez
con mayor descaro- están intentando vendernos el mundo al revés, presentando
como una esperanza “latinoamericana” a quien parece ser un ejemplo de los
intereses más oscuros y reaccionarios.
Paternidad y Filiación
Estudiando la crisis y
desintegración de las civilizaciones, Toynbee analizó un proceso que llamó
“Paternidad y Filiación”. Descubrió que, -exceptuando las siete primeras
civilizaciones que parecen surgir espontáneamente- todas las demás han nacido
de la muerte de una civilización anterior. Tan importante es este proceso, que
el autor dedicó una extensa parte del estudio a definirlo y analizarlo. Logró a
través de múltiples ejemplos comparados mostrarnos como, mientras una
civilización se está desintegrando, está surgiendo a la vez en su seno el
germen de lo que será una nueva. Si lo que sospechamos entonces es cierto, en
la desintegración de nuestra Civilización Occidental y Cristiana se está
produciendo la eclosión de una (o unas) nueva propuesta, que podrá constituirse
en el núcleo de esa civilización futura que está naciendo.
Resurrección
Como con el Ave Fénix mitológica,
de las cenizas renace nuevamente la vida. Y los síntomas parecen estar ahí para
quien pueda verlos. Paralelamente a la ruina de Occidente, surgen como hongos
después de la lluvia nuevos actores en el escenario global.
Antiguas civilizaciones que
fueran avasalladas por la nuestra imponen protagonismo, se hacen presentes.
Aquí está la antigua cultura china no sólo con una población que es casi un
quinto de la total del planeta, sino con una capacidad productiva e innovadora
que le ha permitido en muy poco tiempo alterar radicalmente las condiciones
anteriores del “mercado mundial”. No sólo es una presencia económica, es sobre
todo una presencia cultural, marcada por la forma de hacer las cosas, de
manejar la política, la diplomacia, de mantener una línea histórica.
La otra es el Islam. A pesar de
haber sido y ser hoy el objetivo principal de exterminio de Occidente, el Islam
está cada vez más vivo. No sólo se refleja en la resistencia que sus pueblos
realizan contra los ataques y la guerra de las potencias centrales, sino en la
forma en cómo sus gentes “viven” en lo cotidiano sus propuestas culturales y
espirituales, lo cual parece darles una fortaleza y una capacidad de combate
que Occidente, con la ligereza que lo ha caracterizado para juzgar otras
culturas, ha bautizado como fanatismo o fundamentalismo.
Pero lo que consideramos como más
importante en este proceso de resurrección y protagonismo, está aquí, con
nosotros, en Latinoamérica. Los complejos y vigorosos procesos de cambio de los
cuales la Revolución Bolivariana comandada por el presidente Hugo Chávez fuera
pionera, no sólo no se detienen sino que muestran cada día una mayor vitalidad,
una mayor capacidad de generar nuevas respuestas al panorama mundial. El rápido
desarrollo de los procesos de integración va constituyendo rápidamente un
bloque que dentro de su diversidad, a partir de nuevas relaciones entre sus
protagonistas, se va perfilando como un nuevo e importante actor en el panorama
mundial. Y no sólo es político, sino que es fundamentalmente (que es lo
esencial) un fenómeno cultural. Este continente mestizo está produciendo
acciones e ideas nuevas, propias, con una visión del mundo absolutamente suya y
original (plena de todo lo Real Maravilloso que nos define) y que creemos constituye una esperanza para
el futuro del mundo.
Desde aquí, de la trinchera
colectiva de la Patria Grande, desde lo profundo de nuestras Patrias Chicas, de
la mano con nuestros hermanos Nuestroamericanos, nuestros pueblos parecen
encaminarse hacia un futuro de paz y justicia que marque el rumbo de una nueva
cultura.
miguelguaglianone@gmail.com
Publicación
Barómetro 18-03-13
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