Desde
EEUU
20/Septiembre/2014
En
recuerdo de dos gigantes de la cultura universal
Por Berta Joubert-Ceci
El pasado jueves 17 de abril, una enorme
tristeza llenó a los pueblos de Puerto Rico, de Colombia y México, y a millones
de personas alrededor del mundo amantes de la música y de la literatura. Esa
madrugada murió Cheo Feliciano, compositor y cantante puertorriqueño en un
trágico accidente automovilístico. Horas más tarde, fallecería el escritor
colombiano radicado en México, Gabriel García Márquez, autor de la inolvidable
novela Cien años de soledad, por la cual ganaría el Premio Nobel de Literatura
del año 1982.
En
un tiempo donde el capitalismo con su crisis impone programas de austeridad con
el cual cierran escuelas y eliminan programas de cultura, es importante
reflexionar sobre estas vidas y su impacto en los pueblos.
¿Quién era José
Luis Feliciano Vega?
Nacido
de una familia pobre el 3 de julio de 1935 en la ciudad de Ponce, Cheo, como le
decían cariñosamente, fue un exitoso exponente de boleros y salsa. Su canción
Anacaona, sobre la valiente india taína que luchó contra los invasores
españoles, cuya primera estrofa “india de raza cautiva” parece retratar la
condición colonial en la que la isla borinqueña aún se encuentra.
Con
voz única también interpretó canciones de otros compositores, siendo el bolero
“Amada mía” otro éxito indudable, escrito por el también puertorriqueño José
Nogueras. Una gran voz es un gran don, pero cuando a ese talento se suma la
emoción, la comunicación con quienes le escuchan, el respeto genuino a quienes
laboran junto a él, se hace genial. Era muy querido no solo por su pueblo, sino
también en otros países latinoamericanos.
Ese
cantante que comenzaba y terminaba sus espectáculos saludando al público con su
ya famosa ¡”familia”!, fue parte de la “Fania All Stars” que agrupaba salseros
famosos. Vivió un tiempo en la ciudad de Nueva York donde se inició en el ya
desaparecido Palladium junto a Tito Rodríguez. Sufrió, como tantos otros
artistas, de adicción a drogas, sin embargo, por saber que afectaba a su
familia, se sometió a tratamiento, logrando vencer la adicción exitosamente.
También se había recuperado de cáncer muy recientemente.
Desde
el jueves 17, su pueblo puertorriqueño y latinoamericano le ha estado rindiendo
honores. Su música se escucha por las redes sociales, en estaciones de radio y
televisión, en los autos, en los hogares. Se recibieron mensajes de duelo de
muchos países; Rubén Blades viajó desde Panamá tan pronto supo del deceso de su
amigo. El gobernador de P.R. ha decretado tres días de duelo y su cuerpo ha
sido velado al son de su música interpretada por muchos músicos conocidos/as en
el Coliseo Roberto Clemente hasta el lunes cuando será llevado a Ponce para ser
enterrado.
Gabo, máximo
exponente del ‘realismo mágico’.
Cuando
más tarde ese jueves 17 se anuncia la muerte de García Márquez, fue como un
dolor añadido, aunque ya se anticipaba su muerte por el quebranto de salud a
consecuencia de un cáncer.
Conocido
por sus allegados como “Gabo”, fue, antes que novelista, un formidable
periodista forjado por las complejas situaciones de su país. En 1948, el sitio
donde vivía en Bogotá, se quemó durante el inicio de “La Violencia”, a raíz del
asesinato de Jorge Eliecer Gaitán.
Su
novelística por tanto, está profundamente influenciada por el periodismo. Como
decía él mismo, defendiendo el periodismo como un género literario, “un
reportaje es un cuento totalmente elaborado en la realidad”. Comenta igualmente
que luego de leer la Metamorfosis de Franz Kafka aprendió el “método para
contar una cosa”. (Documental “Gabriel García Márquez” Telesur)
Cuando
estos días la prensa capitalista elogia al Gabo, no hace mención del Macondo
real que originó el relato de Cien años de soledad. Macondo, nombre ficticio,
está basado en Aracataca, donde nació el autor el 6 de marzo de 1927, donde la
criminal United Fruits explotaba y masacró la mano de obra colombiana. Tampoco
hablan de la profunda amistad que le unía a Fidel Castro, de quien García
Márquez decía que era su mejor editor.
Su
novela histórica “El coronel en su laberinto” era elogiada por el fenecido Hugo
Chávez como un estudio con referencia exhaustiva sobre los últimos meses de
vida de Simón Bolívar.
Sus
escritos eran tan populares en Colombia que rápidamente aparecían copias
“piratas” en las mesas de vendedores ambulantes. Su última novela publicada en
el 2004, Memorias de mis putas tristes relata la historia del amor de un
anciano hacia una joven mujer. Los hechos que rodean su publicación hacen
recordar el realismo mágico de sus obras. Para prevenir su impresión extra
oficial, Gabo contrató una editorial española famosa por sus procesos de
seguridad. Un funcionario de la editorial recibió de manos de García Márquez un
CD en sobre sellado con el texto de la novela. Cuál no sería la sorpresa al
saber que antes de que se circularan los libros, ya estaba en la calle una
versión más rústica. Al saberlo, Gabo cambió el final de la novela antes de que
fuera lanzada la publicación oficial.
García
Márquez, al igual que Cheo Feliciano, se motivaba y sostenía con la cultura
popular. Ese pueblo a nivel mundial que lo leyó y disfrutó y que como homenaje
póstumo lee en público, en alta voz, sus novelas. Como murió en México, se ha
reportado que luego de su cremación, sus cenizas se repartirán entre ese país y
su oriunda Colombia, donde se ha declarado un duelo de tres días.
Gabo
y Cheo, ¡PRESENTE! ¡PRESENTE! ¡PRESENTE!
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