Desde País Vasco
12/Diciembre/2014
Libia: Violencia Y Cinismo Para
Dividir A Un País
Por Leandro Albani
El horror no es una palabra caprichosa para definir lo que sucede en la
Libia actual. Como es sabido, el desgobierno, los enfrentamientos armados y atentados,
el permanente aumento en la cifra de muertos por el conflicto interno que asola
al país del norte de África, y la confirmación de que esa tierra –que años
atrás llegó a ser un modelo de sociedad para el continente negro- es caldo de
cultivo y base de entrenamiento para mercenarios y terroristas que
desestabilizan a Medio Oriente, son los puntos constantes y permanentes que
cruzan a la nación.
Por más que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) junto a otros
organismos internacionales alerten sobre lo que ocurre en Libia, y por más que
las potencias encabezadas por Estados Unidos, ahora condenen el accionar de los
terroristas que ellos financiaron y respaldaron, la crítica situación en
territorio libio continúa en un espiral de violencia y caos que parece no tener
fin.
¿Quién gobierna en Libia?
Esta pregunta podría tener varias respuestas. Libia hoy es gobernada por
la administración del primer ministro Abdulá Al Thinni, aunque el gabinete se
encuentra asentado en la ciudad de Tobruk (a 1.500 kilómetros al este de la
capital), desde donde intenta controlar (sin mucha eficacia) la crisis que vive
el país. El gobierno de Al Thinni, que fue elegido por la Cámara de
Representantes, tiene el reconocimiento de la ONU y de varios países.
Mientras tanto, en Trípoli, capital del país, el control lo mantiene un
grupo de milicias islamistas. En la ciudad funciona la Asamblea General
Nacional, que también eligió a su primer ministro, Omar Al Hassi. Las milicias
que tomaron Trípoli provienen de la localidad de Misrata, uno de los
principales puntos desde donde surgieron los grupos armados, apoyados por la
Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que derrocaron al líder
libio Muammar Al Gaddafi y dejaron cientos de miles de civiles muertos en los
ocho meses que duraron los bombardeos de la alianza atlántica en 2011.
A su vez, en la segunda ciudad en importancia del país, Bengasi, el
gobierno de Al Hassi debe lidiar con el ex general pro estadounidense Jalifa
Hafta que, luego de un fracasado golpe de Estado, levanta las banderas de la
lucha contra las facciones islamistas. Bengasi, en el cual se haya el principal
puerto libio, es un botín preciado por su riqueza tanto comercial como de
recursos naturales.
A esto se suma el poder desplegado por otras milicias islamistas que
operan en localidades como Zintan o Sirte, y el poder real que todavía ostentan
las principales tribus del país (en total existen 140), como el caso de Warfallah, integrada por alrededor de un
millón de miembros.
Cada uno de estos polos de poder cuentan con dos elementos fundamentales:
armamentos y apoyo exterior, tanto de las monarquías del Golfo Pérsico, Egipto
y las potencias occidentales.
División y más división
Si algún ingrediente faltaba al desgobierno que reina en Libia, el
Tribunal Supremo de Justicia de Trípoli lo agregó sin demasiadas vacilaciones.
La semana pasada, el organismo declaró inconstitucionales las sesiones que
celebró el Parlamento confinado en Tobruk. El dictamen del Tribunal estipula la
disolución de ese poder legislativo así como la invalidación de las decisiones
que ha tomado hasta el momento.
Pero como si fuera poco, este jueves se conoció un mensaje emitido por el
jerarca máximo del Estado Islámico (EI), Abu Bakr Al Baghdadi que, según
agencia de noticias internacionales, anunció que el Califato que encabeza se
extenderá desde Siria e Irak a Arabia Saudita, Yemen, Egipto, Libia y Argelia.
Aunque la veracidad de este anuncio es cuestionada, no parece extraño que
las garras del EI lleguen a Libia, básicamente porque centenares de mercenarios
que combaten en sus filas fueron entrenados en ese territorio. La existencia en
Libia de grupos islámicos vinculados a Al Qaeda o que profesan el Islam más
ortodoxo y conservador no es una noticia nueva. El propio Gaddafi, comenzada la
crisis en su país, denunció que Al Qaeda operaba en territorio libio. Estados
Unidos, autodenominado el “cazador número uno de terroristas en el mundo”, no
hizo nada. Es más, las bombas y misiles de Washington apuntaron contra el gobierno
libio, que en apenas ocho meses fue derrocado, además de ser diezmada la
población.
Atentados y cinismo
En lo que va de esta semana, el escenario libio profundizó su situación de
violencia. Algunos hechos ocurridos en los últimos días demuestran el caos que
atraviesa la nación:
-Dos atentados ocurrieron ayer frente a las embajadas de Emiratos Árabes
Unidos y Egipto, ubicadas en Trípoli.
-El miércoles, al menos ocho personas murieron y 26 resultaron heridas en
diferentes ciudades del este del país, controladas por el gobierno de Tobruk.
-El martes, autoridades libias hallaron decapitados en la localidad de
Derna a los activistas Siraj Ghatish, Mohamed Battu y Mohamed Al Mesmari. Los
tres jóvenes difundían por las redes sociales lo que sucedía en su ciudad.
Desde 2012, Derna es disputada por tres grandes milicias islámicas: el Consejo
de la Shura, los Mártires de la Brigada Abuslim y una rama local de Ansar Al
Sharia.
-El domingo, un triple atentado fue ejecutado en la ciudad de Shahat, al
este del país, mientras se desarrollaba una reunión entre el primer ministro Al
Thini y el enviado especial de la ONU para Libia, Bernardino León. La Misión de
Apoyo de Naciones Unidas en Libia (UNSMIL) aseguró que el atentado “no
afectará” a sus trabajos.
La profunda división del país quedó en evidencia el pasado 7 de noviembre,
cuando el grupo irregular encabezado por Ibrahim Jathram, declaró que si el
Parlamento en Trípoli es respaldado a nivel internacional “nos veremos
obligados a declarar la independencia del este de Libia”.
Aunque la injerencia extranjera en Libia fue comprobada y se convirtió en
la punta de lanza para derrocar al gobierno de Gaddafi, las administraciones
implicadas en el financiamiento y entrenamiento de mercenarios y grupos armados
ilegales, se pronunciaron sobre la situación del país. España, Alemania,
Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Malta y Reino Unido emitieron un
comunicado conjunto en el cual se declaran “profundamente preocupados” por la
“polarización política” en la nación africana. Los gobiernos de esos países se
comprometieron a “ayudar a los libios en este momento difícil” y señalaron que
los “desafíos” actuales “requieren soluciones políticas”.
El cinismo, por lo visto, sigue rigiendo la política exterior de Estados
Unidos y de sus aliados europeos.
leanalbani@hotmail.com
Publicación Barómetro 17-11-14
Los contenidos de los análisis publicados por
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