Desde Cuba
11/Enero/2015
La Recta Final De Obama
Por Jesús Arboleya Cervera
Obama ha comenzado a correr la recta final de su carrera presidencial y el
impulso inicial han sido las decisiones ejecutivas tomadas, con vista a
reformar la actual política migratoria, respecto a los inmigrantes ilegales.
Aunque evidentemente no resuelven en lo fundamental este problema, los
beneficios de estas medidas abarcan a unas cinco millones de personas y han
sido percibidas por muchos, dentro y fuera de Estados Unidos, como un acto
valiente, humano e inteligente que sirve para mejorar la maltratada imagen del
presidente.
Es también una medida política que podría indicarnos el patrón de gobierno
que regirá Estados Unidos en los dos próximos años, donde se enfrenta el poder
ejecutivo con una mayoría republicana en ambas cámaras del congreso, que
tratará de impedir cualquier iniciativa legislativa de la administración.
Tal grado de polarización va a dificultar en extremo la coherencia de la
política norteamericana, tanto en el plano doméstico como en la política
exterior, a lo que suma el interés de ambos partidos de posicionar sus
candidatos y agendas respectivas de cara a las elecciones presidenciales de
2016.
En tal sentido, las reformas migratorias no son ajenas al interés
demócrata de satisfacer los reclamos de un electorado que apoya estas medidas:
en primer lugar los propios latinos, que en las últimas elecciones demostraron
una vez más su respaldo mayoritario a este partido, así como el de otros
sectores de la sociedad norteamericana, que apoyan estas reformas por razones
humanitarias, ideológicas, incluso económicas.
Sin duda, las reformas migratorias tendrán un impacto en la política de
Estados Unidos hacia América Latina, dadas las inmensas tensiones que implica
la emigración ilegal en varios países latinoamericanos, lo que a su vez también
repercutirán en la intención del voto latino, debido al creciente interés que
demuestran por la política hacia sus respectivos países, en correspondencia con
la naturaleza transnacional que ha adquirido esta inmigración.
El mejor ejemplo de esto es la inmigración cubana. La política hacia Cuba
siempre ha sido un tema central en la actitud del electorado cubanoamericano y
aunque algunos consideran que ese interés ha disminuido como resultado de los
cambios sociales ocurridos en la misma, nadie puede asegurar que le resulta
indiferente.
Antes, este interés se expresaba desde las posiciones más hostiles y
resultaba un hecho común que cualquier candidato que pretendiera captar este
voto, ya fuese republicano o demócrata, local o nacional, endureciera su
discurso y prometiera actuar sin miramientos para "acabar con el gobierno
de Castro".
Las cosas ahora son bien distintas. Está demostrado que una mayoría
creciente del electorado cubanoamericano apoya un mejoramiento de las
relaciones con Cuba y ello ha repercutido en sus preferencias electorales a
favor de los demócratas. Así ocurrió con Obama en 2012 e, incluso, en las
últimas elecciones en la Florida, a pesar de que los republicanos ganaron la
mayor parte de las contiendas.
No es entonces descabellado pensar que si la adopción de las reformas
migratorias indica un patrón de conducta del presidente en los próximos dos
años, un mejoramiento de las relaciones con Cuba pudiera estar entre sus
decisiones. En definitiva lo justificarían las mismas razones:
- Sería considerado por muchos -entre ellos
un segmento relativamente importante del electorado norteamericano- como
un acto valiente, inteligente y renovador, que fortalecería la imagen del
presidente.
- Facilitarían las relaciones con América
Latina, especialmente ante la incómoda situación que tendrá que enfrentar
Estados Unidos en la próxima Cumbre de las Américas, a celebrarse en
Panamá en abril de 2015, donde es un hecho que Cuba estará invitada.
- Incrementaría el potencial de electores
cubanoamericanos a favor de su partido, en las elecciones de 2016.
El asunto, por tanto, no radica que analizar la importancia de Cuba para
la política norteamericana, sino su valor simbólico, dentro de un conjunto de
acciones que tienen el objetivo de expresar la voluntad de una de las
tendencias que pujan por gobernar el país.
Claro está que, al igual que ocurre con las reformas migratorias, contra
esta política hacia Cuba estarán los enemigos declarados del presidente, los
cuales reniegan hasta del color de su piel. Nada de lo que haga alterara esta
oposición, por lo que, a no ser que abdique, no tendrá otro remedio que
enfrentarlos.
Partir de la lógica para comprender la política norteamericana es siempre
un ejercicio intelectual arriesgado, pero resulta evidente que, en este y otros
casos, Obama tiene la oportunidad de actuar en lo que paradójicamente resulta
su escenario preferido: compulsado por las circunstancias y con riesgos
perfectamente calculados.
jarboleya.cervera@gmail.com
Publicación Barómetro
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