Desde Uruguay
11/Enero/2015
La Tercera Victoria Al Hilo
Por Niko Schvarz
Escribo estas líneas en la víspera del segundo turno de las elecciones
uruguayas, en las que descuento el triunfo de la fórmula Tabaré Vázquez - Raúl
Sendic sobre la de Luis Lacalle Pou - Jorge Larrañaga, de manera tal que se
asegura el tercer gobierno consecutivo del Frente Amplio y éste alcanza a la
vez la mayoría absoluta del Senado (con el acceso del vicepresidente electo a
la presidencia de la Cámara Alta y de la Asamblea General), complementando así
la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, ya alcanzada en la primera
vuelta del pasado 26 de octubre. A la vez, en el ámbito continental, el triunfo
en todos los planos del Frente Amplio uruguayo cierra el ciclo victorioso de las
fuerzas progresistas y de izquierda en las elecciones efectuadas en el mes de
octubre en Bolivia, con el Movimiento al Socialismo (MAS) de Evo Morales, y en
Brasil, con la reelección de Dilma Rousseff del Partido de los Trabajadores
(PT). Tres victorias al hilo, que consolidan a los gobiernos de izquierda en el
cambio de época en la nueva América Latina que amaneció con el siglo XXI.
En el caso de Uruguay, el acceso a la presidencia y a la mayoría absoluta
en ambas ramas del Parlamento culmina los logros alcanzados en la reciente
primera vuelta, algunos de ellos inéditos, como lo hemos destacado. Todo ello
enfrentando la campaña mediática más concentrada y falaz que se recuerde en
Uruguay, con el agregado de las proyecciones mentirosas e interesadas de las
encuestadoras de diversa laya, que tuvieron eco amplificado en los medios de
difusión escritos, radiales y televisados. Contra todo este andamiaje edificado
por los partidos tradicionales, y que siguió funcionando a todo vapor hasta el
día mismo de la elección, el Frente Amplio no solamente fue por cuarta vez
consecutiva la primera fuerza política del país, sostenida por el voto de las
mayorías ciudadanas, sino que además superó en votos y en porcentaje a la suma
de todos los partidos con representación parlamentaria juntos: el Partido
Nacional, el Partido Colorado y el Partido Independiente, algo que no acontece
en ningún país.
Por añadidura, el Frente Amplio pasó a ser la primera fuerza política en
14 de los 19 departamentos de la República, tanto en la zona metropolitana como
en las distintas regiones, cambiando de raíz la geografía política del país. En
el nuevo mapa geográfico, los colores rojo, azul y blanco del Frente Amplio
cubren los departamentos de Artigas, Salto, Paysandú, Río Negro, Soriano, Colonia,
San José, Montevideo, Canelones, Florida, Maldonado, Rocha, Cerro Largo y
Rivera. A la vez, el Frente Amplio logra diputados en los 19 departamentos, sin
excepción, configurando de esa manera la mayoría absoluta en la Cámara de
Representantes. Ningún otro partido se acerca siquiera a estos logros. Pero hay
más aún: un examen minucioso de las cifras, tomando a los departamentos uno por
uno, revela que el Frente Amplio ha pasado a ser fuerza principal en una enorme
cantidad de pequeñas poblaciones del interior profundo del Uruguay, donde antes
prácticamente no existía, transformándose así en un partido de auténtica
raigambre nacional y popular, basado en la adhesión de un sector muy vasto y
creciente de la población. Ello ocurrió incluso en departamentos de añeja
tradición blanca y colorada. Esta nueva realidad se proyecta hacia las próximas
elecciones departamentales del mes de mayo 2015, donde el Frente Amplio
aspirará a conquistar la titularidad de un conjunto de intendencias y órganos
de gobierno locales. Desde luego también en Montevideo, alentado por el hecho
de que en la reciente elección, el Frente Amplio ganó en 111 de las 115
circunscripciones en que se divide la capital.
Otro dato de gran interés es que entre los sectores jóvenes, de 18 a 30
años, el Frente Amplio ganó en todo el país, en la capital y en cada uno de los
departamentos del interior, incluso en los cinco (Tacuarembó, Durazno, Flores,
Lavalleja, Treinta y Tres) en que el Partido Nacional llegó a la cabeza.
Apenas si hace falta agregar que en
esta elección la ciudadanía enterró la regresiva propuesta de reforma sobre la
baja de edad de imputabilidad penal, impulsada por la mayoría del Partido
Nacional y por el Partido Colorado in totum, y rechazada de plano por el Frente
Amplio y por un vigoroso movimiento
juvenil y popular, por las Redes Frenteamplistas y los movimientos juveniles contra la baja,
que hicieron fracasar, también en este caso,
todos los pronósticos de la deformadora campaña mediática.
En sintonía con Bolivia y Brasil
Decíamos que esta elección coloca a Uruguay en sintonía con lo acontecido
hace unas semanas en los procesos electorales en Bolivia y en Brasil.
En Bolivia, el pasado 12 de octubre la fórmula del Movimiento al
Socialismo (MAS) integrada por Evo Morales y Álvaro García Linera arrasó en la
primera vuelta electoral, multiplicó por dos ves y media los votos de su más cercano perseguidor, Samuel Doria
Medina, y renovó su mandato hasta el año 2020. Aquí no fue necesaria una
segunda vuelta electoral, ya que Evo Morales ganó la reelección con 61,04% de
los votos frente al 24,49% del gran empresario y dueño de los Burger King,
Samuel Doria Medina, que se presentó por la Unión Demócrata (UD). Más abajo
vinieron el ex presidente Jorge “Tuto”
Quiroga, heredero del dictador Hugo Bánzer, que se presentó por el Partido
Demócrata Cristiano (PDC); y con una votación mínima, tanto el ex alcalde de La
Paz y tránsfuga del MAS , Juan del Granado, del Partido Sin Miedo (PSM) como
Fernando Vargas, del Partido Verde, que perderán ambos la personería jurídica
al no alcanzar el 3% de los votos.
Evo Morales ganó en 8 de los 9 departamentos del país, y también obtuvo
amplísima mayoría entre los bolivianos residentes en el exterior, que votaron
por primera vez y lo hicieron en 33 países. Venció en Chuquisaca, Cochabamba,
La Paz, Oruro, Pando, Potosí, Tarija y Santa Cruz. Se atribuye especial
significación a la votación en este último departamento, el más extenso y de
mayor poderío económico, que históricamente fue un bastión de la oposición y el
epicentro de un movimiento de claro sesgo secesionista, tendiente a separarse
del poder central. En esta región Evo obtenía antes apenas el 3% de los votos y
le estaba prácticamente vedado el acceso a su capital, y ahora alcanzó el 49,01%
de los votos. El único departamento en el cual no ganó el MAS fue el del Beni,
en la región amazónica del nordeste, que
también forma parte de los departamentos de la llamada “media luna”, que
pugnaron por separarse y constituir repúblicas autónomas. De ellos, Evo ganó en
dos: Santa Cruz y Pando, perdiendo en el Beni.
El MAS obtuvo además supremacía plena en la Asamblea General Legislativa
Plurinacional, al alcanzar 25 de los 36
escaños del Senado (69,44%) y 80 de las
130 bancas de la Cámara de Diputados (61,53%). En estos casos se cumplió a
plenitud la cuotificación de un 50% de mujeres en la composición de las listas
a la Asamblea Legislativa, al tiempo que se destacó la participación femenina
en la concurrencia a las urnas, así como la presencia activa de los pueblos
originarios, distintivo típico de la sociedad boliviana.
Evo Morales dijo, al comentar el resultado de las elecciones, que “los que
han perdido son los privatizadores”. Se señaló, en efecto, que el mandatario
reelecto recogió los frutos de una política que, mediante bonos y ayudas
sociales, abatió la miseria a mínimos históricos y acrecentó la demanda interna; que impulsó
una serie de nacionalizaciones “que nos han liberado económicamente de la dominación
y el chantaje imperial”, según manifestó, y que se expresan en un patrimonio
público de 23 empresas de gas, petróleo, minas, telecomunicaciones,
electricidad y servicios aeroportuarios, antes en manos de empresas extranjeras
y que facturan más de 10 mil millones de dólares anuales. Todo ello con
superávit en los últimos 9 ejercicios, reservas internacionales récord y una
inflación controlada. Sobre estas bases el presidente declaró que “después de
las nacionalizaciones viene la industrialización”.
Veamos ahora la situación en Brasil. Dilma Rousseff ganó la reelección en
el ballotage del 26 de octubre (la misma fecha que el primer turno en Uruguay),
al derrotar por 3,5 millones de votos al opositor Aécio Neves, a quien de poco
le sirvió la adhesión a su candidatura de Marina Silva, candidata en el primer
turno por el Partido Socialista tras la muerte por accidente de su secretario
general, Eduardo Campos. La campaña electoral para este segundo turno fue
particularmente áspera y agresiva. El poder económico, la Bolsa, el monopolio
de los medios de comunicación escritos, radiales y televisados jugó de manera desaforada y abierta en favor
del candidato opositor y contra la reelección de Dilma, en una campaña que se
desplegó hasta el día mismo de la elección, con una edición de la revista Veja repleta de calumnias infamantes contra la
presidenta. El resultado final de la elección fue resumido por la BBC de
Londres en los siguientes términos: “La presidenta Dilma Rousseff, con 51,6% de
los votos, ganó la segunda vuelta de las elecciones brasileñas por delante del opositor Aécio Neves, que
obtuvo 48,3%. La mandatario, con 54,5 millones de votos, se impuso con una
diferencia de casi 3,5 millones de votos, sobre todo gracias al apoyo obtenido
en la región de mayor arraigo electoral
de su partido, el menos desarrollado
nordeste del país. La presidenta compareció para agradecer a los suyos por la
victoria y llamar a la unión de los brasileños, señalando que el diálogo es el
primer compromiso de su segundo mandato
y que “el fragor de la disputa puede ahora ser transforma en energía
constructiva de un nuevo momento”.
En la primera vuelta electoral del anterior 5 de octubre, la mandataria
había quedado por delante con 41,59% de los votos frente al 33,55% para Aécio
Neves, a lo que se agregó un 21,32% para Marina Silva como candidata a última
hora del Partido Socialista. En el segundo turno la ventaja de Dilma fue menor.
El destacado analista Emir Sader dijo en vísperas de la segunda vuelta que en
la misma habría de dirimirse la controversia entre “el Brasil de Lula frente al
Brasil de Fernando Henrique Cardoso”. Señalaba que “ambos personifican dos
diagnósticos y dos propuestas de país radicalmente distintas. Cardoso asumió el
viraje de la socialdemocracia europea hacia el neoliberalismo. Lula ganó la lucha
contra la desigualdad”. Recuerda asimismo que para Lula era preferible que la
elección se dirimiera en la segunda vuelta, “con una contraposición más clara y
directa entre los dos proyectos de país”. Eso es lo que se dio efectivamente, y
se produjo con una participación en primer plano del propio Lula en la campaña
desplegada en todo Brasil por la reelección de Dilma.
Con la elección uruguaya del 30 de noviembre se cierra el periplo en esta
región sureña de la América Latina. Su signo es la consolidación de los
gobiernos de izquierda y progresistas, así como las perspectivas abiertas para
una extensión de su influencia positiva en el convulsionado mundo de hoy. No
hay más que pensar en Ayotzinapa en México, en la crítica situación europea, en
el convulsionado Medio Oriente o en la región de Ucrania, en los sucesivos
actos de barbarie inaudita que conmueven la conciencia colectiva, para
aquilatar el papel que puede desempeñar la nueva América Latina en la defensa
de la paz mundial y de un curso civilizatorio y progresista en el concierto
internacional.
nikomar@adinet.com.uy
Publicación Barómetro
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