Desde República
de Panamá
Fecha: 22 /
Febrero / 2015
Investigar y castigar la
corrupción, pero también la represión
Por
Olmedo Beluche
"Algo huele
a podrido en Panamá, bien podrido", habría dicho Shakespeare de vivir
entre nosotros. Rafael Guardia y Giacomo Tamburelli, dos ex directores del
Programa de Ayuda Nacional (PAN), del gobierno del ex presidente Ricardo
Martinelli, no solo se han declarado culpables de peculado, sino que han
revelado el entramado de corrupción montado por el gobierno ultra derechista
que perdió el poder en las elecciones de junio pasado. Ante la fiscalía ambos
han señalado la red de empresas, varias de ellas pertenecientes al entorno
familiar de los Martinelli, a las que compraban a sobreprecios, y los montos de
las comisiones cobrados por el ex presidente y sus allegados.
A quienes
conocen la historia de Panamá, estos hechos no le sorprenden, porque la
oligarquía que nos gobierna por detrás de políticos y partidos ha construido su
patrimonio a costa del Estado. Pero lo cierto es que, de comprobarse lo
confesado por los ex funcionarios, Martinelli estaría batiendo todos los
"records" de descarada corrupción. El Sr. Rafael Guardia, a quien ya
le han confiscado cerca de 15 millones de dólares en cuentas y propiedades, y
que al parecer ha confesado haber
acumulado hasta 60 millones, dice que él tomó solamente una pequeña fracción
respecto a lo que sacaron sus jefes.
Por supuesto,
Martinelli se declara víctima de la persecución política de su sucesor, Juan C.
Varela, y alega que sus ex subalternos han sido obligados a incriminarle. La
investigación, que al parecer ahora se inicia, pues un magistrado de la Corte
Suprema de Justicia ha admitido una de las demandas contra el ex jefe de
estado, deberá establecer los hechos fehacientemente. Pero los indicios son
abrumadores, ya que si Guardia pudo apropiarse de montos tan grandes, siendo un
subalterno de segunda categoría, la gente en la calle dice con lógica
elemental: "si el testaferro tenía tantos millones, ¿cuántos tendrá el
Capo?".
Al escándalo del
PAN, se suman otras entidades y casos que se investigan, además de la detención
de dos ex directores del Consejo de Seguridad de Martinelli, uno de ellos su
consuegro, acusados de realizar escuchas telefónicas ilegales y robarse una
máquina para esos menesteres comprada a una empresa israelí.
Parte de la
sabiduría popular panameña, acumulada en décadas de experiencia, dice:
"Todos los presidentes roban". Pero la otra verdad es que pocas veces
"se destapa el tamal" como está aconteciendo hoy. Algunos hasta
especulan que pronto veremos a Martinelli preso cual Fujimori peruano. Toda
esta basura ha salido a la luz pública por una combinación de dos factores:
Por un lado, la
crisis de credibilidad del sistema político que ha conllevado al desprestigio
de todos los partidos y sus dirigentes, obligando a los funcionarios actuales a
mostrar resultados so pena de quemar los últimos vestigios de legitimidad que
le quedan al régimen nacido de las cenizas de la invasión norteamericana de
hace 25 años.
Por otro lado,
el conflicto de intereses, entre dos bloques de poder económico, el de la
oligarquía tradicional panameña, concentrada en la Junta Directiva del Banco
General, aliada al actual presidente Varela, y un sector emergente de la
burguesía panameña encabezada por Martinelli.
Desde el punto
de vista del movimiento obrero y popular, lo que interesa es no ser simples
corifeos de uno de los dos sectores de la burguesía, o simples espectadores que
aplauden cómo el conflicto interburgués hunde el barco uno de ellos. La
construcción de una alternativa política independiente de la oligarquía y sus
partidos, que exprese un proyecto de país nuevo y alternativo al régimen
neoliberal, obliga a que levantemos un programa de demandas que exija:
1. Investigar a
fondo y castigar a todos los culpables de la corrupción rampante. No se puede
admitir que vayan a la cárcel sólo los testaferros, como ha ocurrido antes,
sino que deben ser arrestados los grandes empresarios que han lucrado con estos
negociados. Con lo confesado por Guardia, ya deberían tener alguna medida
cautelar los directivos de RICAMAR, el gran holding de los Martinelli.
2. Que se
investiguen todos los escándalos de corrupción del gobierno de Martinelli, pero
también de los gobiernos de Martín Torrijos, Mireya Moscoso y Ernesto Pérez
Balladares de los que también hubo denuncias pero nunca ninguna investigación
seria ni mucho menos un castigo.
3. La clase
trabajadora debe demandar judicialmente a Ricardo Martinelli, su ministro José
R. Mulino y demás jefes de seguridad y policía por los siguientes crímenes
cometidos contra el pueblo panameño, crímenes que no son objeto de
investigación por la fracción burguesa gobernante porque ha sido cómplice de
Martinelli por acción y omisión:
a. Masacre ocurrida
en Changuinola, provincia de Bocas del Toro, en julio de 2010, en que murieron
por causa directa e indirecta de la represión policial hasta 10 personas,
mientras que medio centenar recibieron heridas de diversa consideración,
algunas graves, cuando protestaban contra la "Ley Chorizo", que entre
otras cosas pretendía destruir los sindicatos.
b. Suceso ocurrido en el Centro de Custodia de
Menores Infractores en la ciudad de Panamá, el 9 de enero de 2011, en que
murieron 5 jóvenes por quemaduras e inhalación de humo producido por la Policía
Nacional con una bomba lacrimógena, pocos días después que Martinelli dijera
que a los delincuentes les esperaba "la cárcel, el cementerio o el
hospital".
c. Represión
ocurrida en San Félix y en David, comarca Ngabe-Buglé y provincia de Chiriquí,
en el mes de febrero de 2012, en la que murieron al menos dos personas y
decenas resultaron heridas en la lucha contra la imposición de hidroeléctrica
de Barro Blanco (construida pr miembros del "círculo cero" de Martinelli)
y proyectos mineros.
d. Acción
policial ocurrida en la provincia de Colón, en el mes de octubre de 2012, en
que murieron al menos media docena de personas y muchas más se reportaron
heridas, durante la lucha contra la privatización de las tierras de la Zona
Libre.
4. De todo lo
anterior se colige la completa podredumbre del régimen político impuesto por la
invasión norteamericana de 1989, la completa desconfianza en el corrupto
sistema judicial panameño, y la exigencia de barrer con esa institucionalidad
salpicada de corrupción, mediante una Asamblea Constituyente originaria y
soberana.
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