Desde Panamá
Fecha: 28/Jun/2015
Fecha: 28/Jun/2015
La Hegemonía Estadounidense En
Crisis
Guillermo
Almeyra
Barack Obama
llegó a la VII Cumbre de las Américas realizada en Panamá previamente derrotado
y dispuesto a aguantar el chubasco de las recriminaciones y exigencias. En
efecto, antes de viajar ya había intentado relativizar sus amenazas a
Venezuela, revelando así la debilidad de su posición y estimulando de paso las
acusaciones de casi todos los gobiernos latinoamericanos, encabezados por Cuba,
Venezuela, Ecuador y Argentina. Incluso en esa reunión donde estaban
representados los gobiernos, que raramente son una fiel representación de lo
que piensan sus pueblos respectivos, la relación de fuerzas fue desfavorable a
Estados Unidos, cuyas propuestas e iniciativas no fueron aprobadas y cayeron en
saco roto. Obama tuvo que sentarse en el banquillo de los acusados y recibir
torrentes de acusaciones apoyadas en la historia antigua y reciente de la
región y también estuvo obligado a recordar que sin el consumo de drogas
estadounidense el narco tráfico sería un problema muy menor y que de Estados
Unidos llegan las armas que utilizan los delincuentes y en Estados Unidos se
lava el dinero proveniente de este delito, que constituye casi un tercio del
capital financiero mundial.
Desde la primera
Cumbre convocada por Clinton, que pretendía imponer un Acuerdo de Libre
Comercio que abarcase desde Canadá hasta Tierra del Fuego, hasta esta Cumbre en
Panamá, pese a todos y a todo, la relación de fuerzas política y diplomática entre
Estados Unidos y su ex patio trasero sigue siendo desfavorable para Washington.
Venezuela, aunque con dificultades, sigue siendo chavista; Cuba, pese a todo,
resistió el bloqueo y obligó a EE.UU. a cambiar de táctica; Bolivia y Ecuador
mantienen gobiernos antiimperialistas y dos de los tres países “grandes” de
América Latina (Brasil y Argentina, a diferencia del sometido México), a pesar
de sus crisis y de sus dificultades políticas no están alineados con la
política del Departamento de Estado.
Esta crisis en
la hegemonía estadounidense se debe a varios factores. En primer lugar, a las
movilizaciones populares que hasta hace poco inflaron las velas de los
gobiernos nacionalistas y distribucionistas
llamados “progresistas”. En segundo lugar, a la creciente sustitución de las inversiones
estadounidenses y europeas por inversiones chinas y hasta rusas, sobre todo en
sectores claves como la energía, el transporte, las infraestructuras
(carreteras, puertos, canal transoceánico en Nicaragua), armamentos. Por
último, a la decisión y valentía de
algunos gobiernos (el cubano, el venezolano, el ecuatoriano, el boliviano y en
parte también del argentino y el brasileño, que se niegan a ser defenestrados
por la alianza entre las oligarquías locales y Washington).
Pero tiene
también otro trasfondo, como la crisis política y moral producida por el
racismo antinegro y los asesinatos policiales impunes en los Estados Unidos
mismos. O como las derrotas en Libia, Medio Oriente y Afganistán de las
políticas de Estados Unidos y la presencia de un Israel cada vez más
colonialista, racista, fascista e indócil. O como la derrota en Ucrania y el
fortalecimiento del eje Moscú-Beijing. O las diferencias con sus aliados
europeos dispuestos a negociar con Rusia y desesperados por recibir parte del
maná chino, al extremo de desoír las exhortaciones estadounidenses y adherir al
Banco Asiático de Desarrollo de las Infraestructuras creado por China, al cual
adhirió hasta Corea del Sur.
La débil y
relativa recuperación económica de la Unión Europea, así como la caída
tendencial de la producción petrolera de Estados Unidos y la necesidad de
Arabia Saudita de financiar su guerra en Yemen y proyectos faraónicos (como la
desalinización del agua marina para su agricultura y sus nuevas ciudades en el
desierto), al mismo tiempo, tiende a reforzar el decaído precio del petróleo y,
por lo tanto, a aliviar a Rusia, a Brasil, Ecuador, Bolivia, Venezuela
estimulando la resistencia de sus gobiernos respectivos.
Europa penetra
más en el mercado interno de Washington al devaluar su euro, que está casi a la
par del dólar, y al reducir sus importaciones. Al mismo tiempo, los Países
Bajos y Alemania retiran su oro de Estados Unidos, preparándose para una
política monetaria mundial con varias monedas de referencia, al igual que
China, que comercia con Rusia y con Asia en su propia moneda, y el dólar pierde
paulatinamente un monopolio que tuvo durante décadas. Estados Unidos sigue
siendo la primera potencia militar y financiera mundial, pero pierde velocidad
y su fracaso en su política colonialista alienta esa decadencia de su
hegemonía.
Obama, por eso,
representó a Panamá a una potencia enferma y declinante, según el modelo de la
Inglaterra de los años treinta. Incluso el gobierno servil de Peña Nieto en México,
que apuesta todo a ese caballo cojo, no pudo diferenciarse mucho de la ola de
protestas latinoamericanas que habría sido inconcebible sin el cambio en la
relación de fuerzas entre los pueblos (y en menor medida algunos gobiernos) y
el emperador, que llegó a Panamá semidesnudo.
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