Desde Panamá
11/Diciembre/2015
¿Panamá Era Una Nación Diferenciada De Colombia En
1903?
Por Olmedo Beluche
“Panamá es una nación diferenciada de
Colombia que intentó repetidas veces separarse”. Hay quienes pretenden que
Panamá es una nación desde hace 500 años (En los quinientos años de la Nación
panameña de Fermín Azcárate, Ricardo Ríos también). Este absurdo sólo es
posible si se ignora qué es una nación y no se le diferencia del concepto de
estado.
Como señalamos en un libro nuestro
(Estado, nación y clases sociales en Panamá), desde el siglo XIX Humbolt y
Schiller establecen la diferencia entre nación-cultura y nación-estado. El
problema es que se usan ambas acepciones sin distingo. Por ejemplo, existen en
el mundo: naciones-cultura sin estado (como los kurdos), naciones-estado que
incluyen dentro de sí varias naciones-cultura, aunque suele predominar una (como
la ex URSS y la Federación Rusa hoy) y en pocos casos existen estados-nación
uninacionales (como Irlanda). En el caso de hispanoamérica o de los árabes
tenemos una nación-cultura escindida en muchos estados-nacionales por
circunstancias históricas muy concretas.
El historiador F. Aparicio tiene este
problema pues, además de deformar nuestro planteamiento, termina señalando que
Nueva Granada o Colombia fracasó como nación porque fracasaron sus regímenes
políticos, el liberal radical (1863-85) y el de la Regeneración (1885-1903).
Si entendemos por nación una comunidad
cultural que se identifica con un pasado común, la lengua, la religión, etc.,
hasta el siglo XIX fuimos parte de la nación hispana, y hasta el siglo XX
hicimos parte de la nación colombiana, que sería una fracción de la nación
cultural hispanoamericana. En este sentido, constituían y aún es así, naciones
diferentes las culturas indígenas no asimiladas por la cultura española. La
ruptura definitiva de Hispanoamérica no quedó completamente planteada hasta que
el liberalismo español se negó, en las Cortes de Cádiz, a una reforma política
que diera plena igualdad a los nacidos allende el mar. Cada una de las
repúblicas hispanoamericanas son fragmentos de una gran nación que no llegó a
constituirse por la intervención de ingleses y norteamericanos, y el egoísmo de
las oligarquías regionales.
La lectura cuidadosa de libros como El
Panamá colombiano, de Araúz y Pizzurno, o el de Alfredo Figueroa N. (Dominio y
sociedad en el Panamá colombiano) evidencia que, nunca hubo una vocación
firmemente separatista entre las clases dominantes del Istmo y que, cuando
acariciaron la idea, ésta no tuvo por objetivo la creación de un estado
independiente, sino la sujeción o anexión al dominio inglés o norteamericano
(hanseatismo), a lo que se opuso el arrabal de Santa Ana y sus líderes
liberales (por ejemplo en la crisis de 1830-1831).
Un mito usual entre nuestros historiadores
e ideólogos es calificar a Justo Arosemena como “padre de la nación panameña”,
y a su famoso libro “El Estado Federal de Panamá” como sustento de la
separación. Nada más falso, pues en ese libro, Arosemena dice claramente que se
opone a la separación y, cuando habla de “nación” o “nacionalidad” se refiere a
Colombia.
Los llamados intentos separatistas de
Panamá de Colombia a lo largo del siglo XIX ameritan un estudio particular,
porque nuestros historiadores han descontextualizado los hechos, después de
1903, para ponerlos como supuestos prolegómenos del 3 de Noviembre. El error
metodológico subyacente parte por analizar las “actas separatistas” del siglo
XIX sin visualizar lo que pasaba en el conjunto del estado neogranadino o
colombiano en ese momento.
Por ejemplo, el historiador Rommel
Escarreola (“Consideraciones históricas sobre los acontecimientos del 3 de
noviembre de 1903”) sustenta su interpretación de la separación sobre la base
una aspiración persistente de los comerciantes panameños por “recuperar el
espacio económico perdido” de la que los “intentos separatistas” (1830, 1831,
1840, 1861 y 1885) serían la expresión de este proyecto nacional.
En realidad, la mayoría de las llamadas
“actas separatistas” no expresaban otra cosa que conflictos políticos entre
liberales y conservadores, federalistas y centralistas, comerciantes librecambistas
y proteccionistas, y no un conflicto nación oprimida versus nación opresora.
No se trata de negar la existencia de
graves contradicciones durante el decimonono colombiano, sino de esclarecer la
verdadera índole de aquellos conflictos. Un análisis de las circunstancias que
les dieron origen muestra que, más que un conflicto “nación panameña” vs
“nación colombiana”, son producto de las contradicciones políticas y sociales
que se abatían sobre el país.
El Acta de 1821. Algunos afirman que el
hecho de que Panamá proclamara su independencia de España en 1821, sin
intervención de los ejércitos bolivarianos, ya es una prueba de que
constituíamos una entidad independiente, reafirmado por la adhesión voluntaria
al proyecto de la Gran Colombia.
Quienes así hablan olvidan algunos
detalles: 1. Panamá estaba adscrita, desde 1739, al Virreinato de la Nueva
Granada; 2. El Istmo era una región debilitada económica y demográficamente que
no podía sostenerse sola como estado independiente; 3. Que la Villa de los
Santos llamó a los ejércitos de Bolívar a hacerse presentes, y esto obligó a
los comerciantes de Panamá y a José de Fábrega a sumarse a la independencia; 4.
Como dijo Belisario Porras mucho después: “Panamá sólo se alzó, al tener
noticias de que los españoles iban de capa caída por todas partes”.
El Acta de 1826 se la presenta a la ligera
como el primer esfuerzo separatista, sin embargo, no hay en ella nada de
eso. Ese año, luego de una larga
ausencia, Simón Bolívar retorna a Bogotá desde Bolivia y Perú con un proyecto
de nueva Constitución Política que, entre otras cosas, le nombra presidente
vitalicio. Como Santander y la oligarquía neogranadina se le oponían, Bolívar
pidió respaldo mediante pronunciamientos.
En Panamá, su hombre de confianza, el
general Carreño, promovió un acta de apoyo a Bolívar. Actas similares se
hicieron en Guayaquil, Quito y Cuenca. Pero los “notables” del Istmo ya estaban
políticamente más cerca de Santander, así que redactaron una declaración
ambigua, sin tomar partido por Bolívar. En el artículo cuarto, expresaban su
deseo de leyes espaciales para el Istmo, en el sentido de levantar los
impuestos aduaneros que afectaban sus negocios. Como la misma no satisfizo a
Carreño, los militares promovieron poco después otra acta, salida de la
agitación popular del interior y el arrabal, contrapuesta a la primera, que sí
apoyaba incondicionalmente a Bolívar.
El Acta de 1826 no es una proclama
independentista, sino política, y expresa la disputa entre dos partidos:
santanderistas y bolivaristas. También los hechos reflejan que en Panamá hay
una incipiente contradicción social, entre el pueblo y los notables
(comerciantes). Lo único que tiene de particularismo local es el librecambismo
de los comerciantes istmeños y el proteccionismo prevaleciente en Bogotá.
El Acta de 20 de septiembre de 1830. Año
en que Bolívar, harto del sabotaje de los santanderistas y enfermo terminal de
tuberculosis, renuncia a la Presidencia y marcha al exilio europeo, al que no
pudo llegar. El general panameño José D. Espinar realiza un acto de
insubordinación frente a los que se apoderan del gobierno, y que además le
degradan separándolo de Panamá, donde era jefe militar, ordenándole marchar a
Veraguas. El móvil de Espinar era exigir el retorno de Bolívar al gobierno.
El artículo primero proclama la separación
“especialmente del Gobierno de Bogotá”. El segundo exige: “Panamá desea que su
Excelencia el Libertador Simón Bolívar se encargue del Gobierno Constitucional
de la República, como medida indispensable para volver a la unión de las partes
de ella que se han separado bajo pretextos diferentes, quedando desde luego
este Departamento bajo su inmediata protección”. Y el tercero: “Panamá será
reintegrada a la República luego que el Libertador se encargue de la
Administración o desde que la Nación se organice unánimemente de cualquier
medio legal”. El considerando alude a una circular emanada de Bogotá para que
“los pueblos manifiesten sus deseos”.
Nótese que se trata de un conflicto
político, continuidad del que dio origen al Acta de 1826, que además no se
proclama una independencia absoluta sino condicionada, y que al usar el vocablo
“nación” lo hace para referirse al conjunto, no a Panamá. Esta proclama perdió
sentido cuando Bolívar contestó a los enviados de Espinar que desistieran, y
los bolivaristas recuperaron el poder a través de Rafael Urdaneta.
Destaquemos también que el considerando
recoge el reclamo de los comerciantes istmeños, no de una separación, sino la
queja de que al separarse las provincias del sur (Ecuador y Perú) se habían
afectado las relaciones mercantiles de Panamá, ya que éstas eran sus mercados
naturales, no así las provincias del centro (Bogotá). Este tipo de reclamo
mercantil es la tónica real de las clases dominantes en el Istmo, no la
construcción de una nación independiente.
En 1834 se decreta una legislación
especial atendiendo a estas reclamaciones comerciales (ver “El Panamá
colombiano”, de Araúz y Pizzurno), a partir de la cual cesan las quejas de la
oligarquía istmeña. En las décadas siguientes, en especial durante la fase
federalista del estado colombiano, pero también bajo el régimen centralista de
Núñez siempre hubo legislaciones específicas para Panamá para asegurar su
especificidad transitista. Por ello, mal puede afirmar Escarreola que estábamos
ante pérdida del control administrativo de Panamá por parte de los comerciantes
istmeños “usurpado por el centralismo colombiano”.
El Acta de 1831. Como los notables
(comerciantes) del “intramuros” eran hostiles a Espinar, por motivos políticos
(él era bolivarista, ellos santanderistas), sociales (él expresaba al sector
plebeyo del ejército, ellos las élites comerciales), raciales (él era mulato,
ellos blancos), promovieron que el general Juan E. Alzuru se sublevara, arrestara
y deportara a Espinar. Alzuru, apoyado por los comerciantes istmeños, deshace
la “separación” de Espinar el 22 de junio de 1831.
Pero el 9 de julio se proclamó una nueva
acta. Las circunstancias: Bolívar acababa de morir; empieza la disgregación del
Estado colombiano, los caudillos regionales se enfocan en sus intereses
locales; en Ecuador el general Flórez proclama su república contra Urdaneta y
deporta a Panamá a una veintena de oficiales venezolanos; éstos animan a Alzuru
a proclamar un acto semejante en Panamá para hacerse con el poder; se inicia un
intento de Confederación entre Venezuela, Nueva Granada y Ecuador.
En los considerando uno y dos (del Acta)
nuevamente se arguye el problema de las relaciones comerciales con Nueva
Granada. Pero la proclama no habla de “independencia” sino que (art. 1) “Panamá
se declara territorio de la Confederación Colombiana y tendrá una
administración propia…”. Es decir, se proclama un estado federado, reafirmado
por el artículo tercero que señala que los “tres grandes Estados de Colombia
disfrutarán de todas inmunidades comerciales que se conceden a los istmeños”…
(a cambio del mismo trato); “siendo un pueblo de la familia colombiana” (art.
4); ofrece el territorio para que sea la “residencia de la Confederación”, capital
política (art. 5); y conserva la Constitución, leyes y símbolos de la república
“en prueba de amistad y amor hacia la Nación a que espontáneamente se unió”
(art. 7).
Pero Alzuru estaba lejos de representar
los intereses de los comerciantes ya que, como militar, también era
bolivarista. Duró poco, y le correspondió nada menos que al General Tomás
Herrera, enviado con 200 soldados desde Bogotá, aplastar al régimen de Alzuru y
fusilarlo el 29 de agosto de 1831.
Mariano Arosemena da cuenta de las
contradicciones sociales y que el objetivo de los comerciantes panameños no era
la independencia, al decir que Alzuru se apoyaba en “una pueblada espantosa” y
que (los comerciantes) “neutralizamos el proyecto de absoluta independencia…”.
Destaquemos lo dicho por Alfredo Figueroa N.: “Es significativo el que la
provincia de Veraguas, regida por Fábrega, se haya opuesto a las dos
independencias proclamadas por Espinar y Alzuru”. Veraguas fue el bastión del
latifundismo y el conservatismo en Panamá y, por ende, aliada a esos mismos
sectores sociales en el resto de Colombia.
El Acta de 1840. Es imposible entender el
Estado Libre o Soberano del Istmo (1840-41), proclamado por Tomás Herrera, sin
la perspectiva general de la guerra civil que asoló a Colombia y se llamó la
guerra de “Los Supremos” (caciques político-militares). Al igual que Herrera en
Panamá, proclamaron otros tantos “estados libres”: González en el Socorro,
Reyes Patria en Sogamoso, Carmona en Santa Marta, Troncoso en Mompox y
Gutiérrez de Piñeres en Cartagena.
No estamos ante un acto aislado de los
istmeños. Según Humberto Ricord estas proclamas obedecieron a un comunicado del
Poder Ejecutivo que, desde Bogotá, reconociendo su incapacidad de contener la
sublevación, para que “las autoridades provinciales tomaran todas la medidas
que procedieran para salvaguardar la tranquilidad y el orden público”. Lamaitre
dice: “Cada uno se encerraba en su casa, se echaba cerrojo por dentro, y dejaba
que el turbión de la guerra pasara por encima…”
La revuelta empezó como una sublevación
conservadora en Pasto contra la disolución de algunos conventos, pero pronto se
volvió en su contrario (liberal) cuando aparecieron pruebas de que el caudillo
José M. Obando había asesinado al general Sucre por orden de Bogotá. Los
caudillos o “supremos” se alzaron exigiendo un régimen federal. Por ello el
Acta del 18 de Noviembre de 1840, redactada por Tomás Herrera considera que,
dada la “disolución” de la república producto de la guerra (art.1); proclama el
Estado Soberano (art.2); condiciona su reintegro a la Nueva Granada bajo un
régimen federal (art.3); y establece el carácter “provisorio” de las nuevas
autoridades.
Nuevamente Veraguas, dirigida por Carlos
Fábrega, se opuso a esta proclama. En marzo de 1841 se reunió una Convención
Constituyente del Istmo que, a instancias de Herrera, mantuvo la voluntad de
adherir a una Nueva Granada federal, rechazando el centralismo (art. 2). Cuando
Pedro Alcántara Herrán controló el poder y Gutiérrez retornó Cartagena al
centralismo, Herrera se vio obligado a negociar.
De esta fase proceden los principales
alegatos de Tomás Herrera en torno a las reclamaciones comerciales del Istmo
(“nuestras necesidades son peculiares”), exige negociaciones para la apertura
de un canal, y señala que un Congreso reunido a “300 leguas de distancia, jamás
legislará convenientemente para nosotros”. También preocupaba a Herrera la
amnistía dictada por el gobierno, pues no tenía seguridad de que no recibiría
represalias, tal como después sucedió (fue desterrado por tres años).
Le tocó negociar con Rufino Cuervo, y en
una carta dirigida a él, en la que insistió sobre la necesidad de una
“administración adecuada” y leyes especiales para el Istmo, también Tomás Herrera dijo enfáticamente: “Jamás el
Istmo se habría lanzado a romper de hecho una unión en que entró por su libre
albedrío…”. El 31 de diciembre de 1841, Herrera se reincorporó a la Nueva
Granada, de la que llegaría a ser él (Tomás Herrera) vicepresidente (el presidente
fue el chiricano José de Obaldía) y presidente encargado en 1854.
Como se puede apreciar, en realidad
estamos ante sistemáticos conflictos: 1. políticos (santanderistas vs
bolivaristas, primero, y luego conservadores vs liberales); 2. sociales (clases
oligárquicas terratenientes y comerciales vs el pueblo y el artesanado apoyado
por profesionales); 3. Administrativos (centralistas vs federalistas).
Conflictos que, además, no eran exclusivos de Panamá frente a Bogotá, sino que
asolaron a toda la Gran Colombia primero, y a la Nueva Granada después.
Vamos a obviar, que hemos tratado en
anteriores artículos, la fase del Estado Federal de Panamá, que surgió como un
régimen especial en 1855, pero se hizo extensivo a toda Colombia al año
siguiente, y que quedó consignada en las Constituciones de 1858 y 1863. Esta
última co-rredactada por Justo Arosemena. A partir de la influencia de la
Revolución de 1848 en Europa, cobraron fuerza en Colombia las ideas liberales
fuertemente asociadas a criterios federalistas y librecambistas, que permitió
una confluencia de intereses entre comerciantes y terratenientes. Bajo este
signo político se organizó Colombia o los Estados Unidos de Colombia hasta que
entró en crisis a mediados de la década de 1870, cuando se forjó el régimen
centralista de la Regeneración encabezado por Rafael Núñez.
Lo más importante es que el panameño que
encarnó las ideas federalistas, Justo Arosemena, en su libro El Estado Federal
de Panamá, lejos de promover la separación del Istmo sostiene con toda claridad
que el federalismo es la fórmula para impedir su desgajamiento de Colombia, no
por voluntad de los istmeños, sino por la intervención de potencias extranjeras
ansiosas de quedarse con una ruta tan codiciada. Quienes sostienen que Arosemena abogó por la
separación, y lo califican de “padre de la nacionalidad panameña”, o mienten
descaradamente o no han leído su obra.
“En ocasiones anteriores he manifestado
mis temores de que el Istmo de Panamá se pierda para la Nueva Granada si esta
no vuelve en sí,..., y asegura su posesión dándole un buen gobierno
inmediato... Grandes y numerosos intereses extranjeros se están acumulando en
su territorio.... Para evitar, por consiguiente, que con pretexto de darse la
seguridad que nosotros le negamos, quisieran adueñarse de un país tan
codiciable para cualquier nación poderosa y mercantil, plateemos en el Istmo de
Panamá un gobierno, que siendo liberal, tenga igualmente la eficacia que le
daría el concurso de todos los istmeños, y el poder anexo a una sólida
organización....”. Descartando la idea de la separación dice: “Es esto más de
lo que el Istmo apetece..., mucho más cuando solo quiere tener un gobierno
propio para sus asuntos especiales, sin romper los vínculos de la
nacionalidad...” (Justo Arosemena).
No nos detendremos en los pormenores del
Convenio de Colón y la crisis de 1860-62, la cual muchos interpretan como otro
intento secesionista, pero que el debate entre Justo Arosemena y Gil Colunje
(publicado por Ricaurte Soler bajo el título Teoría de la Nacionalidad) muestra
que se trató más de un conflicto político, liberal-conservador. Guerra civil en
la que los liberales panameños y el arrabal de Santa Ana, dirigidos por
Buenaventura Correoso, apoyaron activamente a las tropas enviadas por Tomás C. Mosquera
contra el conservador Santiago de la Guardia.
Tampoco es separatista la sublevación de
Colón en 1885 que terminó con el ahorcamiento del líder liberal colombiano
Pedro Prestán. Guerra Civil que sirvió de excusa a Rafael Núñez (quien vivió
muchos años en Panamá y casó en primer matrimonio con una chiricana, con la
cual tuvo dos hijos, y era amigo personal de las más importantes familias del
Istmo, como los Arosemena) para abolir el federalismo con la Constitución de
1886. El centralismo de Núñez fue
apoyado por los conservadores panameños. José Terán cita una resolución emitida
por éstos, el 2 de febrero de 1902(!), a raíz de la muerte del general Albán,
en la que se lee: “Sostenedores de las instituciones conservadoras 86…” con la
firma de Tomás Arias, Nicolás Victoria J., Manuel Amador Guerrero, y otros
futuros “próceres”.
El problema central en Colombia (bajo
todas denominaciones que tuvo en el siglo XIX) era la inexistencia de una clase
capitalista capaz de unificar bajo una perspectiva común los intereses
regionalistas, creando un mercado nacional. La fragmentación en burguesías
comerciales importadores y exportadoras de carácter local, o terratenientes
locales, asociadas y aupadas por intereses extranjeros (ingleses o
norteamericanos), intensificaba estas luchas.
A lo que se sumaba el conflicto entre el liberalismo, dispuesto a una
reforma del Estado modernizante, y el latifundio conservador opuesto a
renunciar a sus privilegios.
Cada élite local abogaba por sus
intereses, procurando que la máquina del Estado se inclinara en su favor. Así
lo hizo la burguesía panameña igual que la de otras regiones. Lo que no quiere
decir que se animaran a una ruptura definitiva con Colombia. Agreguemos que el
arrabal y el interior, al igual que hoy, no compartía los mismos intereses que
dicha burguesía comercial. En reiteradas ocasiones se le opuso.
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