Desde Venezuela
Fecha:
05/Marzo/2016
El Motor Del Mundo
Luis
Britto García
Petróleo, motor
del mundo. Sin él no funcionarían automóviles, ni aeroplanos, ni maquinarias cultivadoras y cosechadoras de
alimentos, ni plásticos ni la mayoría de
los insecticidas y fertilizantes. Una población mundial que sobrepasa los 7.000
millones de seres ya no puede regresar a la producción artesanal. Según la
Energy Information Agency de Estados Unidos, para 2014 el mundo produce
diariamente 914 millones de barriles de petróleo. En esta carrera para 2015
descuellan Estados Unidos, con 13.973.000 barriles diarios; Arabia Saudita, con
11.624.000; Rusia, con 10.853,000; China, con 4.572.000; Canadá, con 4.383.000;
los Emiratos Árabes Unidos, con 3.471.000; Irán, con 3.375.000; Irak, con
3.371.000; Brasil, con 2.950.000; México, con 2.812.000; Kuwait, con 2.780.000;
y Venezuela, con 2.689.000 barriles por día. Trece de los países productores
están en la OPEP e intentan limitar su producción para obtener mejores precios
y mantener sus reservas; el resto no tiene otra ley que la de extraer el máximo
para el mayor beneficio inmediato. Entre
unos y otros hay una Guerra Mundial permanente por el control del motor
del mundo, o sea, del mundo.
Bajo el
capitalismo el precio del motor del mundo
sube con auges y guerras y se precipita con crisis. En 1973 revienta
la Guerra del Yon Kippur, y la OPEP
decreta restricciones de exportación hacia los países que apoyaron a Israel
contra Egipto: los precios del petróleo se cuadruplican, y muchos países
productores nacionalizan las empresas. Estados Unidos raciona la energía y
reduce el tamaño de sus autos. En 1979 Irán derroca al entreguista rey Pahlevi
y sufre un bloqueo contra sus exportaciones. En 1990 repuntan los precios con
la Guerra del Golfo y el embargo a la producción de Irak. En 2001 arranca la
guerra contra Afganistán e Irak y el petróleo asciende vertiginosamente hasta
los cien dólares por barril. Irak y Libia intentan disociar su petróleo del
desvalorizado dólar, asociándolo al euro o a posibles divisas propias, y son
bárbaramente aniquilados, y sus presidentes linchados. Irán convierte la mitad
de las reservas de su Banco Central a euros, y es sancionado en 2012 con
restricciones a la compra de su petróleo. La economía venezolana refleja
traumáticamente estos altibajos. Nuestros medios de servicio público han
omitido explicar que con un precio de los hidrocarburos que baja de los cien
dólares por barril a menos de 40, los ingresos en divisas merman en la misma
proporción, y con ellos decrecen nuestras posibilidades de importar bienes de
consumo.
Durante mucho
tiempo asumí que cuando las multinacionales restablecieran la producción del
devastado Irak, inundarían el mercado
para hacer caer los precios y quebrar a la OPEP. A este diluvio de crudo en el
mercado mundial se suman otros torrentes. Estados Unidos desarrolla
frenéticamente su producción local y los hidrocarburos de esquistos, hasta
figurar hoy como primer productor mundial. Arabia Saudita viola las cuotas de
la OPEP para pagar compras de armamentos, equilibrar su castigado presupuesto y
aliviar sus exhaustas reservas financieras. Se retiran las sanciones contra
Irán, y éste lanza al mercado cuantiosas reservas. El Daesh vende a precio de
gallina flaca el aceite de los pozos saqueados en Libia, Irak y Siria. Así cayó
vertiginosamente el barril venezolano de $100 en 2005 a $43 en 2015, y sigue en
su picada, y no por culpa de un mandatario o partido vernáculo, sino de la
oscilante economía capitalista.
No sólo aumenta
la oferta global de hidrocarburos: también disminuye su demanda. Con la crisis
mundial, desde 2009 decrece el consumo de la energía. China, que adquiría más de 5 millones de
barriles diarios y era gran cliente de Rusia y Venezuela, decelera su economía.
Los planes de privatización de PEMEX quedan en suspenso. La inversión en
hidrocarburos se estanca o retrocede. Sería el momento para que las
transnacionales inundaran el mundo de petróleo barato para arruinar a las empresas nacionalizadas,
quebrar a sus Estados y comprarlas a
precio de gallina flaca.
Pero la baja en
los precios tiene límites precisos: el
costo de producción. Al Reino Unido le cuesta producir un barril de petróleo
$52,50; a Canadá $41; a Estados Unidos $36,20, y el costo de la energía de
esquistos es mucho mayor (Paul Ausick, www.247st.com 25-11-2015). Para los
países desarrollados, jugar a la baja quebraría sus empresas antes que las del
Tercer Mundo. Pues las compañías de Kuwait lo producen a $8,50 por barril, las
de Arabia Saudita a $9,90, las de Irak a $10,70, las de los Emiratos Árabes
Unidos a $12,30, la de Irán a $12,30, las de Rusia a $17,20, la de Venezuela a
$23,50, con una ganancia actual sobre el precio de venta de menos de 20
dólares.
Ello explica en
parte las actuales dificultades económicas en Venezuela y en los países
productores de energía. ¿Durarán para siempre?
La transitoria reducción del consumo acarrea reducción de las
inversiones en la producción de combustible fósil, y esta traerá a corto plazo
una escasez que disparará de nuevo los precios. Sobrepasamos el llamado pico de
Hubbert: hemos consumido más de la mitad de todas las reservas de hidrocarburos
del planeta. En Venezuela está la quinta parte lo que resta de ellas. En otras palabras, somos dueños del
futuro. La actual arremetida política de la derecha no tiene otra meta que
quitarle al pueblo el control de esas inmensas reservas energéticas y
transferírselo a las transnacionales. No nos las dejemos quitar de las manos.
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