Desde Argentina
Fecha:
05/Marzo/2016
La Débil Tesis De La Herencia
Recibida
Alberto
Medina Méndez
Luego de un
ciclo político repleto de desmadres y absurdos dislates, plagado de deplorables
administraciones con consecuencias nefastas, viene ahora otro distinto, que
deberá enfrentar el complejo desafío de intentar remediar cada una de esas
cuestiones y rearmar, por etapas, el rompecabezas.
No es una
sorpresa, que haya aparecido abruptamente en la escena el tierno argumento de
la "herencia recibida", que pretende presentarse, esta vez, con un
aura de sensatez, generando cierta empatía. Ni siquiera es original, porque ya
se lo ha usado en el pasado con variado éxito.
Claro que hay
que ser comprensivo y se debe tener paciencia para permitir que todo se acomode
poco a poco. Se trata, justamente, de acompañar en el recorrido correcto y no
de aplaudir lo que sea, solo porque ha transcurrido un breve lapso o se ha
recibido todo en una pésima situación.
Es importante
comprender que los que tomaron la posta del poder en estas difíciles
circunstancias, no lo hicieron en contra de su propia voluntad. Nadie los ha
obligado a ser parte del proceso electoral que culminó con su triunfo.
Sería muy
ingenuo creer que ellos esperaban asumir con condiciones muy favorables. En la
campaña lo señalaron hasta el cansancio. Quedaba atrás un país arrasado por las
impericias de años de decadencia moral.
Cuando un grupo
de personas participa de una elección y se postula para ocupar cargos de tanta
jerarquía, sabe que ganar es un riesgo que implica responsabilidades. No es un
mero juego de azar con vencedores y vencidos. El que obtiene apoyo popular
deberá gobernar y ejercer el poder.
Eso también
significa que el que consigue la victoria no se convierte en monarca, sino en
un engranaje más del complejo funcionamiento de una siempre endeble república,
como casi todas las que existen en el planeta.
Nadie pide
magia. Obviamente, habrá que esperar para resolver tantos problemas, pero no
menos cierto es que el camino a transitar se construye con progresos sucesivos,
con victorias parciales, con pequeños pasos que van marcando esa senda, que
confirman que se avanza hacia lo soñado.
No ayuda en lo
más mínimo la delirante idea de promover y repetir ese argumento, tan frágil
como patético, conocido como "la herencia recibida". El inventario
con el que se asume es parte indivisible del resultado electoral. Si la
herencia hubiera sido magnífica, estas personas que hoy gobiernan no hubieran
triunfado en las urnas, y por lo tanto no estarían en sus funciones. Precisamente
han resultado victoriosos porque la herencia es esta y no otra.
La
responsabilidad no puede ser transferida graciosamente hacia el pasado. Una vez
que se asume la conducción, todo lo que ocurre de allí en adelante tiene que
ver con lo que se hace bien y, también, con lo que se omite.
No se puede dar
en el clavo siempre. Los seres humanos son esencialmente imperfectos. No se
pretende la presencia de genios superdotados en el gobierno, ni de personas
infalibles a prueba de todo. En todo caso, lo que se espera es una actitud
diferente frente a la equivocación. No caben ni la negación, ni hacerse los
distraídos tampoco, mentir mucho menos. No parece desatinado exigir algo de
verdad, un poco de autocrítica y un explicito reconocimiento de los descuidos
propios. Sería saludable diferenciarse del pasado, de aquella era de
manipulaciones mediáticas y épicas inventadas, tan divorciadas de la realidad.
El nuevo
gobierno acertará en algunas cuestiones y se equivocará en otras. Suponer que
será perfecto sería una descabellada muestra de ambición desproporcionada y
absoluta irracionalidad.
Un excesivo
optimismo no contribuye para nada y coloca las expectativas en un lugar
inadecuado. Eso culmina, invariablemente, en grandes desilusiones y enormes
frustraciones, tan inadmisibles como la ridícula postura de caer en la trampa
de una euforia desmedida.
Probablemente,
el sorpresivo triunfo electoral, tenga algo que ver con lo que está ocurriendo
ahora. Después de todo, ni en los círculos más íntimos del nuevo oficialismo se
asignaban grandes posibilidades de lograr esa meta. Es posible que esa actitud,
algo inconsciente, haya impedido que se construyan talentosos equipos de
gobierno con la debida anticipación y que, en la campaña electoral, se hayan
consumido todas las energías solo diseñando consignas enfocadas en decir lo que
la gente quería escuchar.
Al actual
gobierno le toca en suerte gestionar. Tiene que administrar lo que le dieron
así como está. Se pueden buscar artilugios comunicacionales y apelar a cierta
clemencia popular pero, más tarde o más temprano, mandarán los despiadados
resultados y entonces para lo único que habrá servido este retorcido recurso es
para conseguir algo de tiempo extra.
Al cabo de unos
meses, solo contarán los éxitos y los fracasos. Aquello que se haya hecho bien
traerá recompensas políticas y los asuntos pendientes que no se logren resolver
en función de las desmesuradas expectativas planteadas serán su contrapeso
obligado. Por eso es imperioso enfocarse en tomar, cuanto antes, las decisiones
necesarias e impostergables. El tiempo se consume, la "luna de miel"
algún día termina y en ese instante no alcanzará con la débil tesis de la
herencia recibida.
albertomedinamendez@gmail.com
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