Desde Argentina
Fecha: 11/Julio/2016
La Política Y Sus Circunstancias
Alberto
Medina Méndez
La humanidad se
ha acostumbrado a simplificar razonamientos y obtener conclusiones sin evaluar
demasiado el contexto. Intentar abreviar pasos y omitir procesos intermedios
siempre ayuda a comprender ciertos complejos hechos y de ese modo explicarlos,
sin rodeos, de un modo sencillo.
No es una
metodología necesariamente errónea, salvo cuando esa modalidad se exacerba al
extremo y se pretende, desde allí, establecer conclusiones definitivas,
totalmente absolutas e irrefutables.
El
comportamiento humano no es una ciencia exacta. La actitud de la sociedad
frente a cada hecho es habitualmente difusa, diversa y puede identificarse, en
ocasiones, alguna tendencia general cuando se analiza la sumatoria de
decisiones individuales. Es justamente eso, una matriz global, un resumen
imperfecto de las determinaciones de muchos que coinciden mayoritariamente en
alguna dirección.
Si bien la
generalización es una práctica muy difundida que ayuda a explicitar en pocas
palabras conductas sociales, cuando se trata de la política, el riesgo de que
la misma caiga en la inexactitud es permanente.
Por eso cuando
se dice que una sociedad ha elegido tal o cual sistema político, ha apoyado a
un sector partidario o a otro, hay que tener siempre en claro que dicho
acompañamiento es, en el mejor de los casos, es relativo y solo una foto del
momento en el que se produjo esa votación ciudadana.
Los electores se
inclinarán en un sentido definido pero esa decisión la toman evaluando una
larga lista de incidentes aislados que fueron sopesados por los votantes y que
influyeron, cada uno de ellos marginalmente en esa determinación que solo
expresa su apreciación en ese instante específico.
Si esa compulsa
se hiciera nuevamente unos pocos meses después, el resultado podría ser bien
diferente. Inclusive pudo ser diametralmente opuesto si los candidatos
ofrecidos a la ciudadanía hubieran sido otros, o si el régimen eleccionario
utilizado no fuera el oportunamente vigente.
Una
característica invariablemente ignorada es la eterna dinámica de las
sociedades. Las percepciones se modifican, a veces lentamente y otras a un
ritmo más vertiginoso. Nada es definitivo, todo está en movimiento, sujeto a
observación constante y cualquier creencia asumida puede modificarse muy
pronto. Si no se comprende esta descripción, se pueden sacar conclusiones
equivocadas que empujan a tomar decisiones también fallidas.
Los que ganaron
lo han logrado en esa ocasión. Eso no implica que repetirán sus éxitos
electorales en el futuro. La gente los apoyó en esa coyuntura y no tienen
asegurado respaldo infinito. Ni siquiera saben si en este mismo momento cuentan
con idéntico sustento electoral.
Ni las encuestas
de opinión más afinadas pueden dar fe de ello. En todo caso sirven como un
parámetro, incompleto, imperfecto, pero siempre mucho mejor que la instintiva
intuición utilizada como única referencia.
Los que
comprenden profundamente esta realidad saben que en política siempre se
transita por terreno fangoso, que nada es seguro, que hay que hacer las cosas
bien, explicarlas con dedicación y cometer el mínimo número de errores
posibles.
Nadie puede dar
por sentado que ese respaldo obtenido gracias a un clima favorable se sostendrá
en el tiempo por arte de magia. Muy por el contrario, las condiciones se
modifican, las realidades percibidas subjetivamente por la gente van mutando y
lo que antes era bueno, ahora puede dejar de serlo.
En este juego no
hay lugar para la soberbia. Quienes caen en las mieles del poder, suelen tener
la sensación de que los triunfos son eternos y que nadie podrá sacarlos de su
pedestal porque ellos ya han conseguido esa victoria anhelada por tantos, sin
advertir que todo está en constante desequilibrio.
Suele pasar que
quienes aterrizan allí prefieren ignorar cualquier síntoma de que algo está
mal. Filtran intencionalmente todo lo que no encaja en sus paradigmas para
sostener la ilusión de que los que lo apoyaron siguen allí, siendo los mismos y
que los críticos son solo sus acérrimos adversarios.
La inmensa
mayoría de las veces se gana por muy poco y también se pierde por escaso
margen. Los fanáticos de un lado y del otro pueden mantenerse inmóviles por un
largo tiempo, pero son muchos más los que se replantean a diario su adhesión a
un sector concreto o al exactamente opuesto.
Cada vez más
gente se declara independiente. Ni siquiera el clientelismo ha logrado retener
voluntades a cualquier precio. Todos en algún momento se cansan, se saturan, se
agotan y esto sucede ya no por coincidencias o discrepancias ideológicas, sino
por posturas personales, actitudes inadecuadas, por las formas, por esa
arrogancia que molesta a cualquiera.
No se trata de
ser humilde por conveniencia. Eso también se percibe fácilmente, más tarde o
más temprano. En todo caso tiene que ver con conservar la claridad suficiente
para no perder el norte en ningún momento.
En la historia
abundan ejemplos en el que pequeños hechos, meras casualidades y errores
aparentemente insignificantes cambiaron el curso de los acontecimientos,
inclusive en algunos casos para siempre.
Por eso importa
entender cómo se construye esa secuencia de sucesos y trabajar fuertemente en
tener los pies sobre la tierra asimilando que todo es coyuntural, que los apoyos
o rechazos en política se corresponden con un instante puntual y que cualquier
hecho aislado puede romper el aparente equilibrio y llevar desde la situación
actual a una nueva totalmente diferente. En definitiva solo se trata de la
política y sus circunstancias.
albertomedinamendez@gmail.com
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