Desde América Latina
Fecha: 11/Julio/2016
Ex Presidente Patricio Aylwin
No Todos Los Muertos
Son Buenos
Dr. Tito Tricot*
Dicen que cuando uno se encuentra en el abismo del último suspiro, tus
seres queridos miran a la muerte y su guadaña de frente para intentar
arrebatarle su cautivo. La siguen hasta más allá del más allá en la esperanza
de salvar lo imposible, jamás mirando hacia atrás para no perderla de vista.
Así, en el camino, entre lágrimas y desvaríos, se van uniendo amigos, conocidos
y desconocidos, todos mirando adelante, mientras el pasado se extravía en el
horizonte, fragilizándose la memoria.
Es lo que sucede con el fallecimiento del ex presidente Patricio Aylwin,
entonces surgen por doquier las elegías, los clamores, las alabanzas verdaderas
e inventadas. Y se le llama el “presidente de la transición” o el “estadista”,
“el hombre justo”, el “demócrata”, porque la muerte es tan dolorosa,
incomprensible e injusta, que los humanos tratamos de ignorarla o, al menos,
cubrirla con un manto de generosidad hacia el extinto. Por eso callamos
defectos y exaltamos virtudes y cuando uno declama que no todos los muertos son
necesariamente buenos, pasa a ser un paria en esta patria aletargada por el
sopor del duelo oficial.
Pero la hibernación del duelo no es suficiente para erradicar la memoria
que porta una paciencia india que pocos entienden y que muchos temen. Es la que
nos recuerda que Aylwin desempeñó un papel activo y preponderante en el
derrocamiento del presidente Salvador Allende y del gobierno de la Unidad
Popular. Apoyó explícita y decididamente el golpe militar. Lo justificó con los
mismos argumentos que los militares: la supuesta existencia de milicias armadas
de izquierda, un ejército paralelo que se aprestaba a llevar a cabo un
auto-golpe para tomar el poder total. Para él “…la acción de las fuerzas
armadas simplemente se anticipó a ese riesgo para salvar al país de una guerra
civil o de una tiranía comunista…”Decía, además, que creía que las FFAA habían
procedido con patriotismo y desinterés. Huelga decir que ese ejército
subversivo jamás existió, y que aquel patriotismo y desinterés se transformaron
en 17 años de terrorismo de Estado, privatizaciones, corrupción y
enriquecimiento personal del dictador, su familia, colaboradores y simpatizantes.
Casi dos décadas de dictadura en las cuales, efectivamente, Patricio
Aylwin se constituyó en opositor a Pinochet y, posteriormente, tal como se
señala hogaño, en el presidente de la Transición. Lo que no se indica es que
ésta fue una negociación con la dictadura, en otras palabras, Patricio Aylwin
fue el presidente de la Transacción. En una lectura histórica sus adherentes, y
él mismo, dirían que fue un proceso transicional en la medida de lo posible.
Sus críticos argüirán que no puede haber democracia en la medida de lo posible
o justicia en la medida de lo posible. Tal vez por ello es que las víctimas de
las violaciones a los derechos humanos se sintieron traicionados por el primer
gobierno post-dictadura cuando no cumplió su compromiso programático de Verdad
y Justicia. El Informe Rettig fue una verdad oficial a medias que mantuvo en la
impunidad a asesinos y torturadores. Asoma la interrogante entonces: ¿Fue
Aylwin un hombre justo cuándo privilegió más a victimarios que a las víctimas?
¿Fue Aylwin realmente un demócrata, cuando alguna vez declaró que si
tenía que optar entre una dictadura marxista y una de militares chilenos
elegiría a ésta última? Además, ¿Sabría algo que el resto de los chilenos
desconocía, porque esta afirmación fue realizada tres semanas antes del golpe de 1973? Los
hechos son más sólidos que las meras palabras y estos revelan que Patricio
Aylwin fue un golpista. Punto, lo demás es lírica para recitales y funerales.
¿Fue Aylwin realmente un demócrata cuando creó la Oficina para
desarticular a remanentes de organizaciones armadas que habían combatido contra
la dictadura? Este organismo de seguridad
recurrió a métodos similares a los utilizados por la dictadura:
informantes, infiltrados, montajes.
¿Fue Aylwin realmente un estadista cuando en 1992 reprimió, aplicó la
Ley de Seguridad Interior del Estado y encarceló a 144 comuneros mapuche del
Consejo de Todas las Tierras que luchaban por su derecho a la
auto-determinación? A la sazón, en 1989, antes de la primera elección presidencial
democrática en 17 años, se había firmado el Tratado de Nueva Imperial entre el
entonces candidato Patricio Aylwin y diversas organizaciones indígenas. En el
Pacto se estipulaba, entre otros puntos, que el nuevo gobierno se comprometía a
reconocer constitucionalmente a los pueblos indígenas y a ratificar el Convenio
169 de la Organización Internacional del Trabajo. Jamás hubo tal reconocimiento
constitucional y el Convenio 169 sólo se ratificó 20 años después. Si el ex
presidente Aylwin hubiese tenido una visión de estadista tal vez el conflicto
chileno-mapuche no habría alcanzado las dimensiones que hoy tiene.
¿Fue Aylwin realmente un estadista cuando no cumplió las promesas del
programa de la Concertación de revisar todas las privatizaciones de las empresas
estatales realizadas durante la dictadura? Es decir, preservó y generó las
condiciones para la consolidación del modelo neoliberal actual donde, al igual
que en la época de la dictadura, dominan los empresarios en todas las esferas
de la sociedad. Un país empresa donde la mayoría trabaja todo el día para una
minoría.
Dicen que cuando alguien muere es tal el desconcierto y el desconsuelo
que no nos atrevemos a exhumar los pecados del muerto, pero aunque no nos guste
admitirlo, no todos los muertos son buenos. Y el ex presidente Aylwin se lleva
un golpe a cuestas.
*Sociólogo y Director del Centro de Estudios de América Latina y El
Caribe-CEALC
tricot18@gmail.com
Publicación Barómetro
internacional.barometro@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario