Desde Panamá
11/Octubre/2013
Implicaciones Económicas Y Sociales Del
“Descubrimiento” Del Mar Del Sur
Olmedo Beluche
En el marco del
500 aniversario del acontecimiento, me preguntan respecto al impacto económico
y social del “descubrimiento” del Mar
del Sur por Vasco Núñez de Balboa. A primera vista, parece que puede hablarse
de varios impactos: el sufrido por las naciones indígenas del Istmo de Panamá y
el Darién, y años más tarde por el propio imperio Inca; el impacto recibido por
Europa a través de España; el impacto que tuvo el suceso para la conformación
de la economía-mundo hasta el presente, es decir, el impacto para la humanidad
como conjunto. Mientras que para las sociedades originarias de Abya Yala el
impacto fue catastrófico para sus formas de vida, para Europa y el mundo
constituyó el inicio de un nuevo tipo de sociedad: el capitalismo.
El historiador
panameño Omar Jaén Suárez[i], afirma que el “descubrimiento del Mar del Sur”
por Balboa, concatenado al previo descubrimiento de América por Colón y a la
posterior circunnavegación del mundo por Magallanes - El Cano, a la que
agregamos la circunnavegación de África por los portugueses, constituyen la
inauguración de una nueva época para la humanidad: el inicio de la “historia
universal”. La conquista del Pacífico por los europeos da paso a la integración
económica, social, política y cultural del mundo. A lo largo de los siglos
siguientes esa integración se ha hecho cada vez más estrecha hasta llegar al
mundo “globalizado” del presente.
Hasta ahí
estamos en acuerdo con don Omar Jaén S. Pero la pregunta es: ¿Cómo fue y cuál
es el carácter de este proceso de integración o construcción de esta “historia
universal” en la que todos los pueblos del mundo hemos quedado relacionados
unos con otros? En responder a esta pregunta fallan los cultores de la historia
oficial, porque implica ver la realidad a la cara y llamarla por su nombre.
Para ocultar el drama terrible de estos acontecimientos se buscan eufemismos
como “encuentro de dos mundos”, “contacto”, "descubrimiento", para no
admitir la violencia de aquellos sucesos de los que nació el mundo polarizado,
injusto y violento de hoy.
Inmanuel
Wallerstein, el gran cientista social norteamericano ha dicho al respecto: “A
finales del siglo XV y principios del XVI, nació lo que podríamos llamar una
economía-mundo europea. No era un imperio, pero no obstante era espaciosa como
un gran imperio y compartía con él algunas características. Pero era algo
diferente y nuevo. Era un tipo de sistema social que el mundo en realidad no
había conocido anteriormente, y que constituye el carácter distintivo del
moderno sistema mundial. Es una entidad económica pero no política, al
contrario de los imperios, las ciudades-Estado y las naciones-Estado. De hecho,
precisamente comprende dentro de sus
límites (es difícil hablar de fronteras) imperios, ciudades-Estado, y las
emergentes “naciones-Estado”. Es un sistema “mundial”, no porque incluya la
totalidad del mundo, sino porque es mayor que cualquier unidad política
jurídicamente definida. Y es una “economía-mundo” debido a que el vínculo
básico entre las partes del sistema es económico”[ii].
Ese
“sistema-mundo” que emergió gracias a acontecimientos como el
"descubrimiento" de Balboa, no es otro que el sistema capitalista
internacional. Capitalismo que, por entonces, se encontraba en sus fases
iniciales, caracterizadas por el mercantilismo y por lo que Carlos Marx (basado
en Adam Smith) llamó la “acumulación originaria”: “una acumulación que no es el
resultado, sino el punto de partida del régimen capitalista de
producción”[iii]. Y agrega: “Esta acumulación originaria viene a desempeñar en
economía política el mismo papel que desempeña en teología el pecado original”.
La acumulación
originaria no es otra cosa que un proceso violento mediante el cual la nueva
clase capitalista expropió a los productores precapitalistas de sus formas de
vida, de su riqueza, de lo cual nace a la larga la nueva clase social de
desposeídos modernos: los trabajadores asalariados. El citado capítulo del
Capital se concentra en cómo se produjo ese proceso de despojo en Inglaterra,
pero se trata de un proceso mundial, dentro del cual la conquista de América
fue parte medular de ese pecado original del que nació el sistema capitalista.
“El
descubrimiento de los yacimientos de oro y plata de América, la cruzada de
exterminio, esclavización y sepultamiento en las minas de la población
aborigen, el comienzo de la conquista y el saqueo de las Indias Orientales, la
conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros: son todos
hechos que señalan los albores de la era de producción capitalista... La
violencia es la comadrona de toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra
nueva. Es, por sí misma, una potencia económica”[iv].
Hemos podido
observar cómo en Panamá, en el marco de los actos oficiales, historiadores
oficiosos se incomodan cada vez que alguien trae a cuento los crímenes de
Balboa contra la población aborigen del Istmo de Panamá. La historia oficial
sólo quiere quedarse en la anécdota, en las cualidades interesantes de la
personalidad de Balboa (fue un hombre que encarnó esa época a la perfección),
en el mito fundacional de la “nación panameña” que representó el “avistamiento”
del Mar del Sur, y nuestra “vocación transitista” al servicio del comercio
mundial (“pro mundi beneficio”, reza el escudo nacional).
Volviendo al
ejemplo de Marx sobre el “pecado original”, esa incomodidad de nuestros
historiadores es semejante a la que sienten los creyentes cristianos al ser
cuestionados sobre la creación, o los economistas cuando se les cuestiona el
supuesto de que el origen de la riqueza de unos es el trabajo duro, y la
pobreza de otros es la vagancia y la pereza. Al crear un mito idílico sobre la
Conquista (“encuentro”) de paso se oculta la marca de nacimiento del sistema
capitalista y se soslayan las injusticias, saqueos y explotaciones del
presente. Volviendo a Marx: “Si el dinero, según Augier, ‘nace con manchas
naturales de sangre en un carrillo’, el capital viene al mundo chorreando
sangre y lodo por todos los poros, desde los pies a la cabeza”[v].
Es que la
economía-mundo capitalista es un sistema que “incluye una desigualdad
jerárquica de distribución basada en la concentración de ciertos tipos de
producción (producción relativamente monopolizada, y por lo tanto, de alta
rentabilidad), en ciertas zonas limitadas” que “pasan a ser sedes de la mayor acumulación
de capital... que permite un reforzamiento de las estructuras estatales, que a
su vez buscan garantizar la supervivencia de los monopolios”, Wallerstein[vi].
Lejos del cuento
del “encuentro”, la creación del nuevos sistema-mundo capitalista se basó en
relaciones desiguales (jerárquicas) países de centro que someten y saquean las
economías de países de periferia; y a lo interno de ambos, una sociedad
polarizada en dos clases fundamentales, capitalistas que extraen plusvalía de
una moderna clase de desposeídos: los asalariados. Para mantener a todos los
oprimidos y explotados del mundo divididos (como enseñara el emperador Julio
César), la promoción de la discriminación y los prejuicios culturales,
nacionales, raciales y de género. Ese es
el mundo que se inició en la "era de los descubrimientos" del siglo
XV y XVI y se mantiene a inicios del siglo XXI.
Todo lo cual
lleva a Inmanuel Wallerstein a la importante conclusión de que: “Mi propia
lectura de los pasados 500 años me lleva a dudar que nuestro propio sistema
mundo moderno sea una instancia de progreso moral sustancial, y a creer que es
más probablemente una instancia de regresión moral”[vii].
Siendo más
específicos, me preguntan por el impacto para Panamá, o sea, para la sociedad
que hoy habita ese istmo. Y mi cabeza mezcla la respuesta tentativa con otro
debate paralelo, para partir por la pregunta guía: ¿Tiene algo que ver la
conquista del Istmo de Panamá por Balboa con la pobreza de los pueblos
indígenas en el siglo XXI? ¿O, como pretenden algunos ellos son pobres por no
aceptar la "modernidad", con sus minas e hidroeléctricas, por
empecinarse en defender sus formas de vida, sus comarcas, en fin "por
querer ser indios"?
Las
investigaciones de los antropólogos Richard Cooke y Luis A. Sánchez[viii],
muestran la existencia de cuatro grandes cacicazgos y múltiples comunidades
tribales en el Istmo de Panamá prehispánico, que se encontraban en las fases
iniciales de la diferenciación social, o sea, el surgimiento de clases sociales
contrapuestas y formas de explotación del trabajo. No hay mucha claridad si existían relaciones
tributarias entre ellas, pero la guerra, el saqueo y la esclavitud esporádica,
existían y eran habituales antes de la llegada de los españoles. Sin embargo,
ni la antropología moderna, ni los viejos cronistas, ni las tradiciones orales,
dan cuenta de una vida cargada de miserias. Por el contrario, grandes
plantaciones de maíz, yuca, calabazas, y otros cultivos, llenaban las orillas
de los ríos y, si bien había pocos animales domésticos, la caza era abundante
(desde el ciervo de cola blanca a todo tipo de aves), para no mencionar la
pesca. Ni infierno, ni paraíso.
El infierno, con
su carga de pobreza, miserias y genocidio llegó con los galeones españoles,
vino de Europa. En un lapso menor a 20 años, entre 1501, fecha de la llegada de
Rodrigo de Bastidas a la costa caribeña del Istmo de Panamá, y 1519, cuando se
funda la ciudad de Panamá, en la costa del Pacífico, se produjo la destrucción
de la sociedad indígena que habitaba el centro y el oriente del istmo, entre la
península de Azuero y el Darién. Fue una verdadera hecatombe que liquidó
demográficamente a la cultura “cueva”, como la han denominado los antropólogos.
A mediados del siglo XVI casi no quedaban vestigios de su sociedad, ni de su
modo de producción agrícola, ni de su lengua, ni, por supuesto, sus habitantes.
La mayor parte de la barbarie cometida por los conquistadores que el padre
Bartolomé De Las Casas describiera en detalle, se produjo en el Istmo de Panamá.
La población de
los cacicazgos existentes entre Azuero y Darién, antes de la llegada de los
conquistadores españoles, aún es tema de debate. Las estimaciones más
conservadoras señalan una población de entre 150 y 250 mil habitantes. Buena
parte de ellos perecieron en las cacerías humanas montadas por los
conquistadores, a las que llamaban “cabalgadas”, las cuales empezaron bajo la
dirección del propio Vasco Núñez de Balboa, desde Santa María La Antigua, pero
se hicieron más feroces con Gaspar de Espinosa, a fines de 1515, siguiendo
órdenes de Pedrarias Dávila. Castillero señala que en este período se arrasó
con los cacicazgos, desde Darién (Comogre y Pocorosa), hasta Trota en Veraguas.
Cita a los cronistas en el sentido de que, aparte de los muertos en los
asaltos, se trajeron cautivas hasta 40.000 personas para los lavaderos de oro
en Darién[ix].
El sistema
capitalista dependiente panameño ha asignado a nuestros indígenas un papel en
el sistema económico: mano de obra barata del campo. La etnia más pobre según
las estadísticas nacionales es la de los Ngäbe-Buglé, la cual, casualmente es
la más integrada al mercado nacional como peones de las fincas bananeras,
recolectores de café y macheteros de la zafra del azúcar. Los indígenas están
en situación de pobreza, no por falta, sino por un exceso de capitalismo, que
les despoja de sus tierras, les explota económicamente y les discrimina racial
y culturalmente. La
"conquista" no cesó con Balboa, ella se recrea cada día.
Ese sistema que
polariza la riqueza en manos de una élite blanca y la miseria en una mayoría
indígena, se inició junto con la gesta de Balboa. De ahí que la clase dominante
panameña beneficiaria de este capitalismo transitista se sienta identificada
con el conquistador y le haga homenajes y monumentos. Como diría la antropóloga
Ana E. Porras, de ahí también las clases explotadas no se vean identificadas
con Balboa, y prefieran hacerlo con los también héroes mitológicos indígenas
que resistieron la ocupación española: Quibián y Urracá.
Identidades
polarizadas para una sociedad polarizada. La oligarquía financiera panameña
vive el "boom" inmobiliario de estos años creyendo que se encuentran
en el "paraíso", pero los trabajadores que cada madrugada luchan para
tomar un metrobús en la "24", para llegar a un empleo en que la pagan
un salario de miseria, que no alcanza para las necesidades básicas, si no le
roban en la calle, vive la misma experiencia en el mismo país de Balboa como un
"infierno". Dos caras de la misma moneda, una con la efigie de Balboa,
otra con la de Urracá. Dilema que no se resolverá mientras exista el sistema
explotador impuesto por los europeos al mundo: el capitalismo.
[i] Jaén Suárez,
Omar. Vasco Núñez de Balboa y la integración de la historia universal. Versión
electrónica. Panamá, 2013.
[ii]
Wallerstein, Inmanuel. El Moderno Sistema Mundial I. Citado por Wikipedia:
es.wikipedia.org/wiki/Inmanuel_Wallerstein.
[iii] Marx,
Carlos. El Capital. Tomo I. Capítulo XXIV. Cuarta Reimpresión. Editorial Pueblo y Educación. La Habana, 1983.
Pág. 654.
[iv] Ibidem,
Págs. 688 y 689.
[v] Ibid., pág.
697.
[vi]
Wallerstein, I. El capitalismo histórico. Siglo XXI Editores. México, 1998.
[vii]
Wallerstein, I. El futuro de la civilización capitalista. Editorial Icaria.
Barcelona, 1997.
[viii] Cooke,
Richard y Sánchez Herrera, Luis Alberto. Panamá Prehispánico. En: Historia
General de Panamá. Volumen I, Tomo I. Comité Nacional del Centenario. Panamá,
2004.
[ix] Castillero,
Alfredo. Conquista, Evangelización y Resistencia. Instituto Nacional de Cultura.
Colección Ricardo Miró. Premio Ensayo 1994. Panamá, 1995. Págs. 37-53.
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