Desde
Guerrero, Méx.
12/Diciembre/2014
Orden
Por:
Miguel Ángel Mata Mata
Él no lo
pidió. Lo pusieron. Hombre de bien. Académico. Su rutina fue asesorar en las
tesis de licenciatura, maestrías y doctorados. Muchos pasaron por su
escritorio, escrutinio y correcciones. Algunos son connotados politólogos.
Otros redactan en los diarios. Todos, sin excepción, coinciden en que es un
hombre de bien. De bien.
Un día le
llamaron. Al parecer le dijeron que Guerrero lo necesitaba. Que la crisis. Que
la violencia. Que él conocía a normalistas y maestros. Que alguna vez escribió
algo sobre las guerrillas de Colombia. Que su perfil encajaba para dar solución
a un conflicto no atendido por la frivolidad de un gobierno fallido. Le dijeron
que sería gobernador.
Dicen que el
gobierno federal recomendó, los grupos nacionales y locales del PRD lo
aprobaron. La primera propuesta fue el rector de la UAG, Javier Saldaña; la
segunda la secretaría de desarrollo social, Beatriz Mojica Morga. Iría Saldaña pero ¿convocar a otra elección
en la UAG? Luego Bety pero… alguien pidió revisar el perfil del secretario
general de la Universidad Autónoma de Guerrero. Le aprobaron. Ellos le hicieron
gobernador, con el aval del Congreso Local.
A dos semanas
que rindió protesta, con la mano izquierda, han pasado muchas cosas: el
gobierno federal insinúa que los mataron. Que los incineraron. La tristeza nos
llenó a todos con lágrimas. Quien diga lo contrario miente. Nuestras almas
lloraron toda una tarde. No dábamos crédito al horro descrito por los infames
sicarios. Para colmo, también son jóvenes.
En Acapulco
los recibieron con agua, café y pastelillos. Eran los padres y familiares de
los chicos desparecidos. ¿Cómo no apoyarles?
Recibieron el apoyo masivo y solidario de la gente. De nosotros. De
quienes lloramos con ellos. De todos.
Luego llegaron
ellos. Han quemado autos, oficinas de gobierno, puertas de Palacio Nacional.
Han tomado casetas de peaje y nos han dejado pasar gratis. Nos regalaron una
Coca Cola de a seiscientos, que antes quitaron a asustados trabajadores. Nos tocó un paquete
de pan Bimbo. Dicen que son expropiaciones y que si los papás de los 43
muchachos desaparecidos no tienen paz, el gobierno tampoco la tendrá. Son los
encapuchados.
¿Quitar comida
y bebida que vienen al puerto? ¿Encapuchados que asaltan? ¿Qué queman? ¿Qué
asaltan? ¿Son los padres de los
muchachos? ¿Son los normalistas?
Preguntamos y
nos han respondido: luego de la tragedia, en la Normal Rural de Ayotzinapa,
hubo impresionante deserción de alumnos. Quedan menos de 30 inscritos. El resto
han vuelto a sus pueblos. Tienen miedo. ¿Entonces quiénes son los que
vandalizan las manifestaciones pacíficas, que exigen justicia para los niños
perdidos? Deben ser alguien. Deben tener rostro. Pero no sabemos quiénes son.
Traen capuchas. ¿Por qué las capuchas?
La tragedia de
los 43 nos ha conmocionado. Jamás el olvido. Debemos mantener vivo el apoyo y
la solidaridad a las víctimas. Olvidar la tragedia es condenarla a la
impunidad. Vandalizar las protestas
pacificas da miedo. Estrangular la economía de Guerrero da incertidumbre.
El crimen
atroz de Iguala parece la plataforma perfecta de quienes alientan las
contradicciones para llevarnos a una guerra civil. Quienes han vivido los casos
centroamericanos saben que los horrores de las revoluciones son mayúsculos. Las
cicatrices no cierran ¿Quién? ¿Quiénes nos quieren llevar a la radicalización
extrema? ¿A la lucha de clases? ¿Pobres
contra ricos? ¿Quién será el juez de semejante atrocidad?
El buen nombre
de Rogelio Ortega, jefe de una bonita familia que ha formado con su
extraordinaria compañera Rosa Icela Ojeda, aceptó el enorme reto: poner orden
en Guerrero. Su herramienta, lo ha ofrecido, es el diálogo. No hay mas.
El pueblo
somos todos. Todos queremos orden. Quien lo niegue forma parte de los
encapuchados, disfrazados de víctimas,
convertidos en plagiadores de la sociedad, erigidos en voceros y
beneficiarios de una tragedia que nos duele a todos… pero que a ellos le reditúa en ignominiosas
ganancias.
Rogelio, el
gobernador que no buscó la gubernatura. A quien sacaron del aula y su hogar
para poner orden a través del diálogo, necesita el apoyo de todos. No podemos
negárselo. Es nuestra última oportunidad de paz. Neguemos el paso a los
violentos. Él no podrá solo. Seamos generosos con quien no pidió ser gobernador
pero aceptó el reto.
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