Desde Venezuela
11/Enero/2015
Gasto Militar Y Crisis
Económica.
Por Sergio Rodríguez Gelfenstein
El Complejo Militar-Industrial es la principal industria manufactura del
mundo, es la que produce más recursos y genera más empleo, está por encima de
gobiernos y de cualquier posición o tendencia política que pueda haber en un
país u otro, no respeta ni responde a ningún criterio de orden ético o moral.
Eso se expresa en Medio Oriente, donde se ubican tres de los principales
compradores de armas del mundo (Egipto, Arabia Saudita e Israel). Técnicamente,
Egipto y Arabia Saudita son enemigos de Israel, sin embargo, Estados Unidos,
les vende armas a los tres.
Así, se genera un circulo vicioso entre la necesidad de vender armas y que
a su vez, haya guerras o conflictos. Si no las hay, la demanda de armas se
contrae y baja la oferta. Por tanto a los ofertantes les conviene generar y
mantener el conflicto para expandir la demanda y la oferta a un costo-beneficio que les favorezca. Por
ello, la necesidad del conflicto está muy presente en el Medio Oriente, aunque
se expresa en cualquier lugar del planeta. Por ejemplo, también puede evidenciarse en el conflicto de
Taiwán con China o entre India y Pakistán y
en cualquier otra situación de controversia.
En este ámbito, Rodrigue Tremblay, presidente de la Sociedad Canadiense de
Economistas manifestó que "el presupuesto militar es tan grande, que el
CIM se convierte en un Estado dentro del Estado". La tendencia al
incremento del gasto militar ha continuado aún en medio de la crisis global. De
acuerdo con el informe anual del Instituto Internacional de Estudios para la
Paz de Estocolmo (SIPRI), en 2008 el gasto mundial en armamento militar se
incrementó en 4%, hasta alcanzar 1,46 billones de dólares, con respecto al año anterior.
De esta manera, en 2008, -siete
años después del 11 de septiembre de 2001- cuando se desató la
"fiebre" de la guerra preventiva, el unilateralismo y la violación
abierta del derecho internacional, estalló la crisis financiera a continuación del desastre producido por las hipotecas en
Estados Unidos. Todo ello creó las condiciones para el triunfo de los
demócratas y de Barack Obama en las
elecciones de ese año.
Obama ha tenido que enfrentar -sin éxito- la crisis. La magnitud de la
misma y la debilidad del presidente para imponer decisiones de cambio
estructural son las causas de su incapacidad para lograr la recuperación. Obama
ha tenido una fuerte oposición de la derecha conservadora que se opone -a
diferencia de 1929- a cualquier medida de corte keynesiano.
Respecto de la relación entre gasto militar y situación económica, los
especialistas han coincidido en que la incidencia del primero en la segunda ha sido nefasta.
Chalmers Johnson, un vehemente analista de estos temas ha apuntado que la salida a la crisis de 1929 se produjo a
partir del incremento sustantivo de la producción militar en los años previos a
la segunda guerra mundial y durante su desarrollo. Así mismo afirma que la
guerra fría reactivó para siempre el CMI. Johnson señala que "…entre los 50 y los 60, entre un tercio
y dos tercios de la investigación científica se orientaron al campo militar, lo
que con el tiempo llevó a una gran debilidad económica al país. Por ello,
afirma que "la devoción al keynesianismo militar es en realidad una forma
de suicidio económico lento".
En la misma dirección, el economista y sociólogo italiano Giovanni Arrighi afirma que "el
keynesianismo militar, basado en enormes gastos en armamento por parte de
Estados Unidos y de sus aliados, así como en el despliegue de una amplia red de
bases militares en el mundo entero, fue sin duda un factor muy dinámico del
crecimiento económico", sin embargo, el mismo "dio paso a la aplicación del
monetarismo y al gasto militar sostenido, financiado mediante endeudamiento
público, en la década de los 80". Apunta que, casi al finalizar el siglo,
durante el gobierno de Clinton la economía tuvo una leve recuperación, pero la
misma entró en lo que él llama una crisis terminal en 2001.
Así mismo, el premio Nobel de
Economía estadounidense Joseph Stiglitz y la profesora titular de políticas
públicas de la Universidad de Harvard Linda J. Bilmes han manifestado opiniones
similares, al estudiar los gigantescos costos humanos y económicos que tuvo
para su país la ocupación de Irak. Desde su punto de vista, la guerra ha tenido
un costo para Estados Unidos que asciende a
tres billones de dólares, pero que para el resto del mundo podrían ser
el doble. Además, exponen que la guerra se financió a punta de deuda tanto externa como interna.
A pesar de estos altos costos, se
redujeron los impuestos a los más ricos, lo cual ha conducido a un enorme
déficit que se ha ido difiriendo por lo que tendrá que asumirse en el futuro.
Stiglitz y Bilmes calculan que la deuda de Estados Unidos asciende a 10
billones de dólares que corresponden 60% de su PIB. Por su parte la Oficina de
Presupuestos del Congreso de EE.UU habla de una relación entre la deuda y el
PIB de 87% en 2019.
A su vez, Chalmers plantea tres aspectos de la deuda de Estados Unidos:
En el momento del estallido de la crisis, el gobierno invertía una
excesiva cantidad de dinero en proyectos militares que no guardaban relación
con las necesidades de seguridad y defensa del país, al mismo tiempo que se
mantenían bajos los impuestos a los ricos.
El gobierno pensaba que era posible sostener la economía, compensar el
deterioro acelerado de la infraestructura industrial y la pérdida de empleos
recurriendo al gasto militar.
Debido al gasto militar excesivo, el país dejó de invertir en asuntos
sociales claves. Esa es la verdadera causa de la crisis social que ha devenido
en "un deterioro alarmante del sistema de educación y de la salud pública,
al tiempo que la industria manufacturera civil ha perdido competitividad".
Estos autores, además coinciden en afirmar que las cifras oficiales en
materia de defensa no son confiables,
considerando que entre 30% y 40% del presupuesto militar se asigna a proyectos
confidenciales, lo cual se agrava cuando se tiene en cuenta que el pentágono no
acepta la realización de contabilidad financiera.
En otro capítulo de la crisis, demócratas y republicanos pugnaron casi
hasta la fecha tope del 17 de octubre del año pasado para aprobar el nuevo
presupuesto nacional y aumentar el techo de la deuda. Aunque la solución fue
temporal pues el Departamento del Tesoro
no podía emitir bonos de deuda sino hasta el 7 de febrero de 2014 y las
entidades públicas que habían sido cerradas, fueron autorizadas a reabrir
únicamente hasta el 16 de enero. En esas fechas, Estados Unidos volvió a
enfrentar una situación de tensión interna.
El cierre parcial del gobierno
costó a la economía del país 24 mil millones de dólares, según estimados de la
agencia de calificación de riesgo Standard & Poor.
Sin embargo, en el trasfondo de este affaire no hay diferencias entre los
dos partidos del sistema respecto de su "necesidad" de mantener el
gasto militar, verdadero trasfondo de la crisis. El conflicto surge por la
diferencia de opiniones respecto a quién debe pagar, los demócratas dicen que
debe ser mediante el aumento de impuestos a los ricos, y los republicanos
consideran que se debe disminuir el gasto social.
Nadie desea una crisis en Estados Unidos que -en tiempos de globalización-
terminaría afectando a todo el planeta y haciendo pagar a los pobres la cuota
más alta. No hay duda que una y otra salida
a esta coyuntura es diferente para el pueblo estadounidense, pero para
la gran mayoría de la humanidad, no reviste mayor importancia, porque el
problema no es transitorio, refiere a causas estructurales que revelan una
economía no sustentada en la justicia social ni en el reparto equitativo. El bipartidismo en Estados Unidos, cierra
filas y actúa como un sistema único cuando se trata de su actuación exterior.
Sólo que esta crisis rebasó cualquier experiencia previa, las alarmas se
prendieron y la respuesta que se observa recuerda aquella figura de la fiera
herida que para salvarse da zarpazos hasta su muerte.
sergioro07@hotmail.com
Publicación Barómetro
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