Desde Guatemala
Fecha:
05/Marzo/2016
¿Volverán Las Oscuras Golondrinas?
Por
Carlos Maldonado
Una dentellada
descomunal salida de la cabeza bestial de la vieja oligarquía trasnochada de
Guatemala trató de herir el cuello de la
clase trabajadora. Dicha mordedura llevaba por delante la pueblerina iniciativa de los salarios
diferenciados la cual se quebró temporalmente ante la resistencia tenaz de las
organizaciones sindicales y la crítica severa de algunos gobiernos progresistas
del mundo que se hicieron eco de la protesta popular por volver a cuitas ya
rebasadas por la historia, pero a las que los esclavistas de este país quieren
regresar insistentemente.
No obstante, detrás
de esa tibia e infeliz iniciativa, se agazapó la más temible y feroz, la representada
por la iniciativa por parte de la Procuradora General de la Nación, de condenar
mediáticamente los pactos colectivos, señalándolos como contratos lesivos al
Estado, tomando como modelo para dicho argumento, el suscrito entre uno de los
sindicatos más grandes del Congreso de la República y la Junta Directiva de
éste, el cual no es más que una negociación oscura entre diputados y líderes
sindicales corruptos, dejándolo sin efecto; haciendo creer a la población que
dichas medidas se enmarcan en el combate a la corrupción y el despilfarro. Sin
embargo, con esta primera iniciativa, se trata ahora de meter en el mismo saco
a todas las negociaciones colectivas, condenándolas a todas, a pesar de que la
gran mayoría de éstas ha sido llevadas a cabo bajo la legalidad y la
legitimidad ante las correspondientes instituciones del Estado, ya así, lograr
su derogación por parte del Hemiciclo, despojando a toda la clase trabajadora de esa conquista
fundamental.
Hay que atender que
los Pactos Colectivos son acuerdos de avanzada que se han logrado al fragor de
las luchas de los trabajadores entre la parte organizada de estos y su
contraparte patronal por mejoras salariales, estabilidad en los puestos de
trabajo y un continuo desarrollo en estos con su consiguiente compensación
económica basada en igual salario para igual trabajo, por lo cual no pueden
interpretarse ni como dádivas ni ventajas, como siempre los ideólogos burgueses
los han mostrado. Menos, proveniente de un sistema finquero como el nuestro que
nunca ha otorgado favores a quienes consideran racialmente inferiores y por
ende, sus sirvientes. Por tanto, objeto de su desprecio, explotación y
vejámenes.
No obstante, a
pesar de que los salarios diferenciados fueron derogados, la iniciativa está
latente y demuestra la burla de los propietarios hacia los trabajadores
ofreciéndoles una miseria de salarios a cambio de una explotación acérrima y
continuada en esos municipios donde quisieron establecerse como cabeza de
playa. Realmente, si lograron su cometido fue, como se dijo, por la férrea
resistencia de la clase obrera organizada y por carecer de fuerza de ley. Sin
embargo, su sola propuesta logró su objetivo: frenar las negociaciones por
mejoras de un incremento en el salario mínimo pues, como cualquier artilugio
que sirve de distractor, una bomba de humo, la propuesta de los salarios
diferenciados dejaron claro que la oligarquía no estaba dispuesta a pagar más
allá del salario mínimo a pesar de estar totalmente demostrado que la canasta
mínima vital se eleva tres veces sobre el precio de esa miserable erogación, lo
cual, obviamente, repercute en la imposibilidad de los trabajadores y sus
familias de cubrir sus necesidades más apremiantes y, peor aún, de plantear un
verdadero desarrollo y plenitud. Ejemplo de esa imposibilidad y más que ello,
del retroceso de la población, es que la pobreza haya avanzado de un 15.8%
anterior al gobierno del Partido Patriota a un 23.4% en apenas 4 años de su
administración. Incluso, se demostró que los capitalistas criollos están dispuestos
a pagar menos que el salario mínimo actual, pues, según los feudales de este
país, el salario mínimo es con lo que se deben conformar los trabajadores, por
el momento.
El mensaje oculto
que se impuso por medio de la iniciativa de los diferenciados; fustigando a la
clase trabajadora es que, no solo debe contentarse con este, sino agradecer a
sus patronos por el trabajo que le proporcionan, en un país donde el desempleo
llega casi al 70% de la PEA, porcentaje que aglutina a los que se dedican a la
informalidad o sea el subempleo; mientras, que los que trabajan en el sector
formal tienen que soportar las arbitrariedades patronales al no pagar a tiempo,
pagar menos del mínimo o descontar alguna suma de su salario por cualquier
cuestión antojadiza que consideren incurren los trabajadores.
A ello, se suma la
indiferencia y laxitud de las autoridades cuando, de hacer cumplir la
legislación laboral a favor de los trabajadores, se trata, violándose
sistemáticamente sus derechos más elementales y sometiéndolos a un sistema de
dádivas y clientelismo, donde para permanecer en el puesto de trabajo deben ser
informantes ante los patronos de las actividades que sus compañeros de labores
realicen en defensa de su clase para protegerse de las violaciones continuas que
llevan a cabo los empleadores.
En relación a los
Pactos Colectivos es importante señalar que son los trabajadores los que
siempre han llevado la iniciativa del diálogo que muchas veces es subestimado
por las patronales. Frutos de civilidad de parte de la clase laboral para con
su contraparte a pesar de que ésta responde, siempre, con represión y revanchas
contra dirigentes y defensores de los derechos de los trabajadores. Y, solo,
cuando se hace imprescindible la presión colectiva por la tozudez y menosprecio
de las patronales, públicas y privadas, se llega a ella.
Todas las luchas
han empezado por reivindicaciones de mejor trato o económicas que se trastocan
en luchas políticas para transformarse más pronto que tarde, en ideológicas. Se
trae a colación esto, ya que siendo las patronales privadas y públicas de este
siglo XXI, herederas de una visión neoliberal, como el hijo más deforme que ha
parido el capitalismo, éste recoge la sistematización del sui iuris de la
república romana, no quedando más opción a los trabajadores del planeta que
anteponer a ello la economía política popular inaugurada por Robespierre en la
lejana República francesa a raíz de la Revolución de 1789, para frenar toda esa
jurisprudencia que aniquila la propiedad para todos y la sirve solo para un
minúsculo reducto de hombres inconscientes que no se percatan de estar
incendiando el mismo planeta fincando su visión en la misma que tenían los
dominus al considerarse pater familias de la humanidad ejerciendo su economía
política tiránica sobre multitudes a quienes consideran suyas.
Pero esas son las
consecuencias del triunfo ancestral del capitalismo cuya naturaleza es rapaz y
aplastante. Su esencia irracional que ya describía Marx, no porque la
irracionalidad nazca de individualidades cuyo desatino se acabaría con la
reflexión del deber ser fraterno y magnánimo, como dicta la solución eclesial a
los males de este mundo, sino de la nacida en medio de la lucha interclasista
que no es más que la suma de esas individualidades, donde cada quien, al
pretender asegurarse la máxima ganancia y para lograrla, torpedea a sus
homólogos hasta hacerlos desaparecer como competencia y arranca, de los que no
poseen propiedad y se ven compelidos a venderles su única mercancía: fuerza de
trabajo, la mayor parte de plusvalía a través de incrementar su productividad
(explotación), bajando a la vez los costos de su sobrevivencia, por medio de
abaratar sus medios de vida (mercancías baratas), y tratar de pagar cada vez
menos el precio de su fuerza de trabajo (salario).
De allí que, en
esta etapa del capitalismo voraz según sus ideólogos, sea imprescindible
innovar máquinas y métodos de producción para asegurar la supremacía productiva
sobre su competencia, mientras por otro lado, se desmonta todo indicio de organización
obrera y trabajadora y cualquier forma de bienestar social como es el caso de
los pactos colectivos, la salud, la educación y la seguridad públicas, con lo
cual, según fórmulas mágicas descritas en sus textos, concentrarán y
centralizarán los capitales necesarios para seguir reproduciendo
endiabladamente este sistema de muerte cuyo espíritu se concentra en la
mercancía.
Por ello, la
resistencia contra el contraataque de la derecha más recalcitrante que se
cierne contra la clase trabajadora en Guatemala y el continente entero, aupada
por los triunfos de la derecha en Argentina y Venezuela, la cual tiene todo el
respaldo financiero y logístico del Imperialismo mundial, debe ser frenado
organizada y colectivamente en el hemisferio con firmeza, astucia y audacia,
pues si no nuevamente volverán, como en el poema de Bécquer: las oscuras
golondrinas.
La Gotera
Guillermo101262@hotmail.com
Publicación
Barómetro
internacional.barometro@gmail.com
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