Desde Panamá
Fecha:
05/Marzo/2016
A Pesar De Los Pesares
Por
Olmedo Beluche
A pesar de todos
los pesares que quiera poner por delante la derecha latinoamericana, las
alternativas políticas populares que propugnan por el cambio social y la
izquierda tienen futuro en este continente. A pesar de las relativas victorias
de frentes electorales de derecha en Argentina y Venezuela, las elecciones
mostraron que casi la mitad de los electores siguen votando a propuestas
progresistas o de izquierda.
En Venezuela,
que hace más de 15 años es la vanguardia de los procesos políticos del
continente; donde la lucha es más álgida;
pese a que Estados Unidos le ha puesto la proa en contra, decreto de por
medio de Obama declarándola como peligro
a su seguridad nacional; pese a la campaña mediática mundial de difamaciones
permanentes; pese al desplome abrupto de los precios del petróleo que hizo
trizas los ingresos nacionales; pese al sabotaje y la guerra económica interna;
pese a una buena dosis de corrupción e ineptitud de sus funcionarios (que ni
Maduro puede negar); pese a todo, el Polo Patriótico obtuvo una alta
proporcionalidad de votos que no se ve reflejada en la composición del
Congreso.
¿Por qué un
sector del electorado le da la espalda a los "progresistas" en este
momento? En esencia porque se acabó la bonanza de los altos precios de las
materias primas que Latinoamérica exporta. Desde 2014-15, la economía
capitalista mundial se está estancando, principalmente porque su motor, China,
llegó a su tope de crecimiento y empieza a caer. Hay quienes especulan que
estamos ante una crisis como la de 2008.
El problema es
que los gobiernos "progresistas" no rompieron el ciclo de la
dependencia económica hacia la monoexportación de materias primas y las
importaciones de productos manufacturados. Tampoco nacionalizaron la banca, ni
controlaron las importaciones. El socialismo se quedó más en las consignas que
en los hechos. Es decir, dejaron el grueso de la economía en manos de los
capitalistas.
Con la
exportación petrolera en Venezuela, por ejemplo, durante los años buenos hubo
para pagar los planes sociales, las "misiones", como las llamó Hugo
Chávez y fue la manera de drenar hacia abajo, de repartir un poco de la renta
petrolera que antes se quedaba en manos de un puñado de empresarios y
políticos. En la abundancia se cumplían los planes sociales, se le aseguraba su
parte a la burguesía y no se notaban los errores de gestión, el burocratismo y
la corrupción.
Con la crisis
llegó la disyuntiva, habiendo menos para repartir, ¿Dónde se corta para
equilibrar los presupuestos? ¿Se cortan los planes sociales o se corta la
tajada que se embolsa la burguesía con la especulación cambiaria y otras formas
de acumulación?
La derecha tiene
clara su elección: cortar lo poco que le llega al pueblo. Es lo que siempre ha
hecho y vuelve a hacer donde gana, miren a Macri. Si en esta coyuntura crítica,
los procesos electorales devienen en más victorias para gobiernos de derecha,
ya veremos a la vuelta de pocos años a los pueblos en las calles luchando para
sacárselos de encima. Así fue como empezó el "ciclo progresista",
desde los años 80.
Sólo la
izquierda, si corrige y aprende de los errores recientes, puede ofrecer una
alternativa de cambios reales basados en la justicia social. Por eso tiene futuro a pesar de todo. ¿Pero
qué hay que corregir?
Romper con el
capitalismo dependiente latinoamericano requiere como primer requisitos, la
movilización popular, con organismos de poder popular de tipo asambleario y
verdadero control obrero de la industria y control comunal de la democracia
verdaderamente incluyente. En segundo lugar, no se puede dejar la economía en
manos de los capitalistas quienes a través los bancos pueden ahogar la
industria nacionalizada. Se requiere nacionalización de la gran industria (para
su diversificación) y nacionalización de la banca.
Es obligante la
nacionalización del comercio exterior, incluyendo las importaciones, si no se
quiere sufrir la estafa que ha sucedido en Venezuela, donde el estado entrega
las divisas (dólares) a importadores privados, que luego no las usan para
comprar lo que dijeron, falsifican las facturas y usan los dólares para
especular en el mercado negro contra la moneda nacional.
Para enfrentar
los embates económicos del imperialismo yanqui, hay que continuar promoviendo y
desarrollando mecanismos de integración autóctonos e independientes de la
tutela imperialista, basados en la solidaridad y complementariedad entre
nuestras naciones, no en la expoliación económica, como las instituciones
fundadas por Hugo Chávez: ALBA, Petrocaribe, CELAC, etc.
Lo último, pero
no menos importante, es el combate a la corrupción y los empresarios
“progresistas” que le chupan la sangre al estado para enriquecerse y que al
final son peores que los opositores de derecha, porque solo sirven para el
sabotaje desde adentro y para desprestigiar pues, las masas populares, que no
son pendejas, son movidas a la desconfianza y la incertidumbre.
Aquí es donde se
escinde la izquierda: entre el reformismo que teme romper con la burguesía,
frena las medidas necesarias y acaba por confrontar a su propia base social con
lo cual ayuda a la derrota; y el sector
dispuesto a avanzar hacia medidas realmente socialistas, los revolucionarios.
La disyuntiva es la misma de hace 50 años, reforma o revolución, no entre
participación electoral y lucha armada (como se malentendió entonces), sino
entre capitular al capitalismo o tomar verdaderas medidas de poder popular y
socialistas.
El dilema sigue
puesto en el sentido que el Che Guevara dio en su Mensaje a la Tricontinental
(abril de 1967): “Por otra parte las burguesías autóctonas han perdido toda su
capacidad de oposición al imperialismo –si alguna vez la tuvieron– y sólo forman
su furgón de cola. No hay más cambios que hacer: o revolución socialista o
caricatura de revolución.”
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