Desde Panamá
Fecha:
20/Abril/2016
El General Omar Torrijos Y El Canal
Manuel
Orestes Nieto
La desaparecida
Zona del Canal -aquel territorio de algo más de mil cuatrocientos kilómetros
cuadrados segregado de la soberanía panameña, como un país dentro de otro y que
partía en dos el delgado istmo donde se unen los mares- fue por casi un siglo
una imposición norteamericana para el dominio de una de las rutas más
importantes de la tierra y asegurar, además, que los mares en ambas costas de
su inmenso país estuviesen conectados por una vía que les garantizara seguridad
y presencia militar de tierra, mar y aire, en las orillas del Canal. Para ello,
se enclavó la estructura colonial y en nuestro país, ubicado en el centro mas
angosto del continente americano. Fue la fuerza imperial en expansión en el
cruce de dos siglos que aseguró su supremacía como potencia mundial. En ello no
hubo límite ni escrúpulos.
La eternidad de
una ocupación fue plasmada en un tratado firmado en la nocturnidad y consumada
por el gran garrote (“Big Stick”) de Roosevelt. Ello les permitió entrar a
Panamá, poseer la vía interoceánica, infectarla de bases militares, estacionar
en sus riberas el Comando Sur, la Escuela de las Américas, tener el dominio de
aeropuertos, puertos, policía, jueces, cárceles, escuelas, hospitales,
transportes y ferrocarril. Fue como
tragarse un país o hacer una amputación geográfica. Fuimos, desnudamente, su
colonia. Fue ofensiva la cerca que dividía aquel paraíso del Panamá pobre,
dependiente y con gobernantes proclives a satisfacer los deseos de Washington,
incluyendo el visto bueno de quien se sentaba en la silla presidencial. Era, en efecto, una caricatura de país.
La eternidad no
fue tan eterna. Duró los casi cien años de todo el siglo XX. La historia tiene
lecciones asombrosas y llenas de heroicidades.
En la república intervenida y vejada en su cuna, el panameño aún en
desventaja, discriminado, prostituidas sus mujeres por una soldadesca que por
oleadas entraba a las ciudades terminales, expresó de múltiples formas que esa
ocupación era una inadmisible vergüenza nacional. Los panameños fuimos ganando
conciencia a lo largo de los años de la aberración de esta opresión física y
fuimos resistiendo el embate y la tropelía. El hilo que une las luchas
patrióticas por reivindicar los territorios usurpados, por integrar el país y
reclamar los legítimos derechos históricos sobre el Canal y sus áreas
adyacentes, se puede apreciar desde el nacimiento mismo de la república, cruza
por las muertes a mansalva y a bayoneta calada en octubre de 1925, se expresa
en 1947 con vigor y decisión al ser vencido el intento de ocupación total del
territorio mediante más bases fuera de la zona ocupada, las jornadas de los
cincuenta son admirables, se siembran
las banderas de 1958 y emerge el coraje de las generaciones estudiantiles que habrán
de desembocar en la avenida de los Mártires que se incendia en la explosión
popular de 1964; una tea que prendió el corazón inmaculado del país y entregó a
22 de sus hijos e hijas y más de 500 heridos, en un punto de la historia ya sin
retorno: Panamá evidenció con sangre noble su decisión histórica de ser una
patria sin intrusos en nuestra tierra.
Esa lucha de
sucesivas generaciones constituye el eje central del siglo XX, hasta el
radiante mediodía del 31 de diciembre de 1999, cuando se cumplen los Tratados
Torrijos-Carter y se concreta el fin de una larga espera de más de 22 años.
En un país
sometido, las castas económicas terminaron siendo rémoras del sistema colonial
dominante. Un mundo cipayo y servil colapsó a finales de la sexta década del
siglo pasado. Ocurrió Omar Torrijos. Él supo interpretar correctamente el
sentimiento profundo y arraigado del país partido. Con Torrijos aquellos
vientos que siempre soplaron la nave patriótica, aquella voz de la sangre, las
vejaciones raciales que nos impusieron, los letreros de no entrar a un pedazo
de tu tierra, se convirtieron en un objetivo nacional que derrumbar y resolver
para siempre. Y esa fue la determinación inquebrantable, la maduración y el
cuajado de lograr una solución liberadora para nuestro país.
Las
negociaciones pacíficas que Omar Torrijos impulsa en los años setenta para
zanjar las severas contradicciones, son un aporte excepcional para resolver lo
que ya era una situación insostenible. La dignidad no estaba en venta. Omar
Torrijos se propuso conquistar el Canal y dar por terminada la presencia
colonial directa en Panamá. Pacíficamente, sin muertes innecesarias, con
paciencia y junto a su pueblo. Así se
libró el tramo final por la conquista de nuestros derechos sobre la franja
canalera.
Las armas de un
militar patriota como él fueron las razones históricas, las exhaustivas
explicaciones de que la ocupación del
país era injusta y ganar la voluntad de dirigentes mundiales, peregrinar,
dialogar, negociar y no renunciar a lo fundamental: los Estados Unidos debían
entregar el Canal, cerrar todas sus bases militares y extinguirse la colonia. Y
eso se logró, con el liderazgo nacional, latinoamericano y mundial de Omar
Torrijos.
Los Tratados
Torrijos-Carter son el resultado de las
negociaciones diplomáticas para concretar la descolonización gradual y
definitiva en nuestro país y el retiro de un ejército de ocupación.
Ciertamente,
James Carter -con moral y decisión que le honran- constituye una pieza clave de
esa reparación histórica. El último gobernador y el último soldado partieron y
la patria amaneció libre, soberana, sin amos, asumió Panamá su destino, integró
todo su territorio y tomó posesión y control del Canal de Panamá y, con ello,
cristaliza su independencia.
Hace 16 años, el
Canal es panameño. Nuestro pueblo guarda sentimientos de gratitud muy
arraigados por el legado patriótico de Omar Torrijos. Hoy el país tiene un
motor poderoso para lograr su desarrollo, además de un Canal ampliado más
rentable. El mayor uso colectivo posible que indicó Torrijos, es aquel en que las
ganancias de la empresa canalera se destinen a vencer la pobreza y las
inequidades, los atrasos, la falta de oportunidades y las exclusiones que
padecen aún decenas de miles de panameños.
Reconocer -en el
presente- su recia e inquebrantable convicción de entrar al Canal, la
creatividad e inteligencia nacional convocada para lograr esa meta y rendirle
homenaje porque la ruta seguirá siendo vital para los panameños y la humanidad,
es no sólo justo sino sobradamente merecido.
Las jóvenes
generaciones tienen el derecho de conocer lo que fue ese siglo de luchas y
sacrificios y que Torrijos culminó con un éxito histórico tal que transformó la
naturaleza misma de nuestro país para siempre. Y ahora depende de nosotros, de
nuestras decisiones, que tienen que contar siempre con el factor determinante:
el pueblo de Panamá.
La iniciativa
promovida la Fundación Omar Torrijos para que una esclusa de la ampliación
próxima a inaugurarse en el mes de junio, lleve el nombre de Torrijos-Carter
genera memoria histórica y es también un reconocimiento y homenaje a lo que se
propuso e hizo el general Omar Torrijos Herrera: enarbolar las más nobles
banderas de la dignidad para que el canal y toda la tierra de su entorno nos
pertenezcan y hacer realidad nuestra real independencia.
Cordiales
Saludos Torrijistas
Movimiento de
Bases Torrijistas [MOBAT]
Coordinación
Nacional
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